Cuentos » Heráclito y el Oriental - Felipe Ángel

Última actualización: 18/04/2012

 

 

 

 

 

 

HERÁCLITO Y EL ORIENTAL

 

FELIPE ANGEL

 

DE DOSTOYEVSKI  A  MISHIMA

 

 

Heráclito:

 

No oyes a aquello que no te habla.

 

Oriental:

 

Yo hago hablar las cosas, ya no sólo las personas.

 

Heráclito:

 

Yo también. Bueno,... yo también y yo tampoco. ¿Cómo no habría de ser así?

 

Oriental:

 

También y tampoco según la eficacia de tu método. Yo no participo de tu método.

 

Heráclito:

 

Oh, no. No me refiero al método científico de Kant. Me refiero a la Lógica, a toda ella. La verdadera ciencia.

 

Oriental:

 

Sabes sumar. Dos más dos son cuatro. Con eso puedes manejar el mundo pero no comprenderlo. Lo destruyes porque lo manejas sin comprenderlo. En cambio, de Ustedes, los occidentales, hay algunos que me dicen algo. Dostoyevski y yo podemos charlar porque el viejo Fiodor Mijailovitch se reía de quienes pretendían reducir la libertad de Raskólnikov al simple dos más dos son cuatro. Y, ¿Aliosha? E, ¿Iván? De Mitia, no hablemos.

 

Heráclito:

 

¿Por qué de Mitia no? Quizá no es Mishima pero ciertamente Mishima sí son los tres Karamazov juntos. ¿Tú no eres Mishima? ¿Ya no? Cómo se nota que hablaste con Heidegger. Sólo te avienes a hablar con Fiodor y está bien. Eso está bien. Hay que convencer o dejarse convencer por Fiodor. Ese es el enigma de Dostoyevski. Pero, fíjate en esto, míralo. Piensas que Occidente es o Fiodor o Heidegger o la racionalidad tecnológica. Pero esas posiciones no son hijas del Occidente profundo. Por el contrario, las tres son hijas de Platón. Occidente no es sólo Platón. Platón es la superficie, no el fondo. Yo soy el Otro Occidente, el fondo. Ni soy Heidegger ni soy Fiodor ni soy la metafísica ni soy la racionalidad tecnológica, que es, esto último, lo que tú bien llamas el dos más dos son cuatro. Nada de eso hago. Nada de eso soy. Para mí dos más dos ni siquiera son cuatro, como lo demostró la matemática del Siglo XIX y lo probó la del XX. Pueden llegar a ser cuatro pero no necesariamente.

 

Oriental:

 

Tú no puedes decir eso. Es imposible para ti ser una nada. Tú necesitas que dos más dos sean cuatro. Occidente tiene la certeza por fe. Es ridículo. Ya no duda.

 

Heráclito:

 

Das en el corazón del asunto. ¿Llegaremos a él, al corazón del asunto, como Heidegger, de un solo brinco? O, pausadamente, de tranquilidad airados, ¿esperaremos hasta cuando las cosas y los conceptos lleguen a su lugar?

 

Oriental:

 

Buda meditó muchos años para un solo brinco. Por lo demás, no sé bien qué es un solo brinco, fuera del de Buda.

 

Heráclito:

 

Pues yo sí sé qué es pero no creo que haya sucedido jamás.

 

Oriental:

 

¿Cómo puedes saber lo que no ha sucedido? ¿Existe lo que no ha sucedido? Si no existe, ¿cómo puedes saberlo? Por otro lado, puedes, si lo deseas, meditar en esto: "jamás", ¿no te parece una palabra infatuada, llena de engreimiento fatuo?

 

Heráclito:

 

No, no es infatuada. Oh, por supuesto, desde el Otro Occidente, desde Platón sólo recibirás infatuación. Pero, mira bien esto, la palabra "jamás" no es infatuada si se confirma sólida en cada jornada, cada día, día a día, habiéndote tú levantado con la duda de que, en este o en ese o en aquel día o momento de tal o cual día, se confirma ese "jamás". Es necesario estar predispuesto plenamente a la duda, plenamente dispuesto a "perderte", como lo llama Hegel. Es decir, predispuesto a no tener razón y descubrirlo tú mismo. Yo erijo el Partenón durante el día y, si no lo derrumbo en la noche, mientras duermo, preferiría someter mi pensamiento al "charlatán", o sea a Pitágoras quien supone que la diosa le habla a su oído, y participar del autos epha, del magister dixit, del inicio del dogma. A él y a todos ellos, a Platón, Pitágoras, Kant y a todos ellos. Ellos no pueden levantarse por la mañana más que con la creencia de que, en ese primer pensar de la conciencia para entrar en la vigilia del día, al dejar de estar dormidos, ya, allí mismo, la Verdad, toda ella, se abalanza sobre ellos. Yo no. Eso no me ha pasado. Lo único que se abalanza toda ella sobre mí es la "chipriota", Afrodita. ¿Conoces a Horacio? ¿A Safo? !Qué día tan aburrido deben de tener ellos, al levantarse así cada día! Sin Safo, sin el carpe diem.

 

Oriental:

 

¿Eso te sucede, puedes ser así en esa primera impresión de tí mismo al despertarte cada mañana? O mejor, y perdóname que me amplíe, ¿eso puede llegar a suceder?

 

Heráclito:

 

¿Por qué no?

 

Oriental:

 

Porque sería como una manera del samsara para dejar de ser samsara. Ya no importaría el samsara sino yo mismo. Es otro samsara.

 

Heráclito:

 

Oh, oh. El mismo samsara pero funcionando distinto. Siendo oriental, no occidental. Siéndolo a fondo.

 

Oriental:

 

¿Tú crees que mi samsara es occidental y no oriental?

 

Heráclito:

 

Sí. Hoy en día es platónico. Dejó ir a Buda.

 

Oriental:

 

¿Cuál es la diferencia?

 

Heráclito:

 

El samsara sin Buda no nos pertenece. Es otra cosa que no soy yo porque simplemente me habita, me llega de lejos. Es un "alma" que viene, por los siglos, dando botes de un cuerpo en otro. Para mí no es así. Eso es "charlatanería". El único samsara es tu temperamento, tu carácter, tu personalidad, cuando pone tensa la cuerda según el flujo de las cosas. Los humanos sólo obedecemos a la Phisys. Es más, al obedecernos a nosotros mismos no hacemos más que obedecer a la Phisys.

 

Oriental:

 

Me apena entrever que me vas a incluir en tu samsara. No sólo a mí sino, como dicen tus palabras, a mí y "a todos ellos". A Buda, a Kung-tse, a Lao-tse, en fin, ya presiento que hasta el Rig Veda lo supondrás parte de tu samsara. Eres insaciable. Perdóname. Eso debió haber sido una pregunta. Cada vez me parezco a ti. Hablo de antemano lo que deseo escuchar, afirmo y no pregunto. Debido a que Occidente ha dejado de escuchar, ha dejado de decir algo cuando pronuncia. Tal vez ya no soy Mishima.

 

Heráclito:

 

Mi samsara pasa por agradecer el momento cuando me doy cuenta que estoy equivocado y, por lo tanto, por agradecerle a la persona o a la circunstancia que me hace caer en cuenta que estoy equivocado. Es un placer inigualable estar equivocado y rectificar. Es el momento más humano. ¿De qué otra forma podemos avanzar? Por supuesto que eso no lo sabremos sin entender cómo y qué es el mundo. Sin eso, ¿cómo sabríamos nuestro lugar en él? Comprender el ritmo del mundo es mi samsara.

 

Oriental:

 

¿Tu samsara? ¿Tu samsara? No hay que repetir. Lo hago, lo repito, pregunto dos veces pot tu samsara porque me apena, me apena, intuir que tu samsara se considere por encima del Buda o de los Vedas o de Kung-tse. Quieres que Occidente se apodere de Oriente.

 

Heráclito:

 

¿Por qué te apena? ¿Piensas que tu tradición se perderá? No es así. Ese es el Otro Occidente. El colonialista es Platón, no yo.

 

Oriental:

 

Entonces tú no eres Occidente. Occidente ha impuesto su manera del ver el mundo a todo el planeta. Ya Mishima se lanzó contra ello. ¿Cómo puede Occidente ser dos, Platón y tú?

 

Heráclito:

 

¿Dos? Uno más uno no siempre son dos. Platón y yo, sumados, no somos dos. Platón construyó Occidente contra mí. Por eso se construyó sobre mí.

 

Oriental:

 

Entiendo. Pero, ¿lo entienden en Occidente?

 

Herálicto:

 

(Se ríe)

 

Oriental:

 

¿Eso respondes? ¿Una risa?

 

Heráclito:

 

Oh, sí. La considero un argumento. Esa es una de mis diferencias básicas contigo y con Platón.

 

Oriental:

 

¿Tu samsara no es serio?

 

Heráclito:

 

En mi samsara no puede haber algo serio si no existe algo risueño. Nada existe solo. Me decías hace un momento que no debe repetirse. Al revés. Todo se repite como una ebullición continua. Los días, los árboles, los animales, las cosechas, los inviernos, las flores, las olas del mar, la respiración. ¿Qué no se repite?

 

Oriental:

 

Nada se repite. Un día no es igual a otro. Mi respiración, cuando medito, no es la misma que cuando hablo contigo.

 

Heráclito:

 

Sí, uno no se puede bañar dos veces en un mismo río.

 

Oriental:

 

¿Cómo? Entonces aceptas que nada se repite.

 

Heráclito:

 

Lo que se repite no se repite.

 

Oriental:

 

Tu palabra es oscura.

 

Heráclito:

 

Lo oscuro es la lógica con la cual la oyes. Una vez que entras en mi lógica, es tan claro como que la lluvia cae y no sube. Es un hecho. Mi lógica es la lógica de los hechos. Un hecho fácil de percibir si me oyes desde el Tao. Pero si me oyes desde la lógica formal, desde el dos más dos son cuatro, tanto mi palabra como el orden del mundo se te harán oscuros.

 

Oriental:

 

Ya. Debemos pensarlo a fondo, entonces.

 

Heráclito:

 

Sí.

 

Oriental:

 

Pero, en todo caso, afirmar que lo que se repite no se repite tiene algo que en inglés llaman "odd".

 

Heráclito:

 

Es fácil. Claro que al otro día la flor no es la misma. Ha crecido. Claro que tú no eres el mismo al otro día. Algo has aprendido, en algo has cambiado, el pelo te creció, asuntos te sucedieron y, en fin, perdiste células aquí y allá. Claro que al otro día el invierno es más frío y el verano más caluroso, o al revés según esté empezando o terminado. Pero tampoco podemos decir que la flor o tú o el invierno o el verano no son la flor, tú, el verano y el invierno. ¿O sí?

 

Oriental:

 

No.

 

Heráclito:

 

De tal manera que todo se repite y deja de ser al mismo tiempo aquello que se repite. Es decir, no se repite. Lo que se repite no se repite. La flor crece. Es ella misma. Se repite. Pero cuando se repite ya no es algo igualmente idéntico a lo que era ayer y por lo tanto ya no se repite. Entonces, lo que se repite no se repite. A la larga no ha cambiado. A la corta ha cambiado. Es un proceso. Un cauce.

 

Oriental:

 

¿Un proceso, un cauce?

 

Heráclito:

 

Sí, algo que se mueve, que cambia, dentro de un orden. Todo es un Gran Mover. Para moverse debe moverse desde lo que ya es y porque se mueve ya no es lo que antes era. Sin embargo, sigue siendo lo mismo.

 

Oriental:

 

¿Lo mismo es lo otro?

 

Heráclito:

 

Los hombres no saben que lo que varía está de acuerdo consigo mismo. Lo que varía sólo puede hacerlo sobre algo dado que ya es. O sea sobre aquello que va a variar. ¿Has pensado en eso? ¿Lo deseas pensar? No me parece.

 

Oriental:

 

¿Eso, cómo se piensa?

 

Heráclito:

 

Piensa en la semilla. ¿Es el árbol la semilla que árbol lo hizo? Sí y no. ¿Es el fruto de ese árbol la semilla? Sí y no. ¿Y las semillas contenidas en ese fruto, ¿son aquella primera semilla? Sí y no. Eso es un proceso. Algo que se mueve sobre sí mismo, algo que cambia y que permanece. Incluso, es algo que cambia con el objeto de parecerse a sí mismo.

 

Oriental:

 

¿Parecido a un gran cadena de cosas del principio al fin de los tiempos?

 

Heráclito:

 

Sí, sí. Una gran cadena que no se queda quieta y de la cual nada se puede esconder.

 

Oriental:

 

Y, ¿la libertad?

 

Heráclito:

 

Sólo el ser humano es pregunta. El resto de las cosas, no. Es más, la esencia del ser humano es ser pregunta. Es decir, pregunta respondida y vuelta a preguntar.

 

Oriental:

 

Pero, dime una cosa, ¿no es preguntar detener el tiempo? Tú no puedes admitir que el tiempo se detenga porque, de otra manera, la semilla no llegaría a ser árbol.

 

Heráclito:

 

El tiempo no lo detiene el ser humano pero se le acerca de un modo distinto a la manera en la cual se le aproximan las demás cosas.

 

Oriental:

 

¿De un modo distinto, a pesar de que el tiempo siga siendo el mismo?

 

Heráclito:

 

El tiempo y el espacio serán siempre los mismos. Ellos señalan el camino, lo abren. Lo que ha cambiado, desde el principio hasta hoy, es la manera en que las cosas, incluido el ser humano, se relacionan con ellos en la medida en que son, o sea en que se van pareciendo a sí mismos. No es lo mismo el tiempo para las piedras que para las flores, ni es el mismo para el agua que para los animales. Ninguna de estas es igual a la relación del ser humano con el tiempo. En esto consiste que lo humano sea único. Pero, por favor, la manera de entender esto es que lo veas como un proceso. Es decir, cada uno como un etapa que condujo a la siguiente. También las piedras, el agua, las flores y los animales son únicos.

 

 

Oriental:

 

Es el tiempo lo que se relaciona con las cosas.

 

Heráclito:

 

Si se relacionan, es a la misma vez. ¿No te parece?

 

Oriental:

 

¿Cómo se relaciona cada una de las cosas con el tiempo y, lo mismo da, ¿o no?, cómo se relaciona el tiempo con cada una de las cosas?

 

Heráclito:

 

Al principio sólo hubo espacio sin tiempo. Es decir, espera neutra. Llegó el Big Bang. Reflexiona sobre el verbo "llegó". Los átomos de Demócrito son la espera de la direccionalidad por parte del tiempo y del espacio. La piedra, lo sólido, es el tiempo y el espacio en su estado de espera, ya no de espera neutra o de espera direccional. El agua y el aire son el tiempo y el espacio cuando todavía esperan más de lo que actúan, aunque es lo que empieza a actuar y no sólo deviene espera. La flora es la síntesis en la cual el tiempo y el espacio esperan y actúan de manera igualitaria entre el esperar y el actuar. Los animales inclinan la balanza hacia el actuar pero todavía son espera. No tienen libertad. Mediante el conocimiento genético saben lo que van a hacer y, por eso, no son pregunta. Son, aún, parte de la espera. Sólo lo que pregunta actúa. Los humanos somos la parte del tiempo y del espacio que actúa y que no espera. El tiempo y el espacio han hecho crecer todo. Al átomo, a la piedra, al aire y al agua, a la flora, a la fauna y a lo humano. Lo he llamado Phisys. Pero, al charlar contigo, oriental, entiendo que Phisys no es suficiente. Lo llamo, pues, el Gran Mover. Por eso llego a ti, con la humildad del manso y la ciencia del domesticador. Tú lo llamas Tao. Enséñame. No puedo aprender más de mí mismo.

 

Oriental:

 

Más tarde hablamos del Tao. Por el momento, dime esto: el tiempo y el espacio, ¿son lo mismo?

 

Heráclito:

 

El espacio es el padre del tiempo.

 

Oriental:

 

¿O sea que primero hubo espacio y después tiempo?

 

Heráclito:

 

Espacio que se hizo tiempo. Todavía sucede esto.

 

Oriental:

 

¿Entonces el átomo es la simple espera?

 

Heráclito:

 

No. Es la espera simple, la espera direccional. Es decir, el organizarse del Gran Mover durante diez mil millones de años. El organizarse hacia lo que va a ser, ha sido y es. Aunque me doy cuenta que todavía me escuchas desde la lógica oscura. Al igual que el reposo es parte del movimiento, así debes entender que el átomo es la espera simple, la simplicidad direccional. Oh, el reposo tiene el germen del movimiento. Si no, no sería reposo. Desde el "Big Bang" todo actúa. Antes también, porque si no, ¿por qué explotó? Cuando digo el esperar y el actuar del Gran Mover, a ver, me refiero a ellos como la caracterización, como la manera de poder entender el movimiento del Gran Mover. Es decir, a la inclinación básica de cada uno de ellos dentro de su función en el irse construyendo del proceso. A la larga todo actúa y todo espera, pero para entenderlos debemos irradiar desde ellos su caracterización básica.

 

Oriental:

 

Ah, tu proceso es más sutil que el dos más dos. ¿Has hablado con Dostoyevski?

 

Heráclito:

 

Lo he escuchado. Es un comienzo.

 

Oriental:

 

Porque me parece que tu proceso termina en el mismo sentir infantil de que todo mejorará porque ha venido mejorando desde el inicio de las cosas, desde cuando el espacio no había devenido tiempo.

 

Heráclito:

 

Ahora que lo dices así, dudo. Hasta oír esta respuesta tuya, me parecía que no, que no siempre se avanza, que entre la caída del Rey Minos y Jonia hubo una época, un lapso, en que las cosas no avanzaron sino que retrocedieron. Pero tomado desde el Big Bang, debo reconocer que tienes razón. Dudo, pues, de mí mismo. Sólo así sé que tengo razón. No porque dude en falso sino porque no me respondo a mí mismo en falso. Y si tú tienes razón, pues, bueno, lo acepto y sigo tranquilo. No me da miedo "perderme", dejar de ser como soy. Por el contrario, es mi placer. Por eso río en la misma risa dos veces. Repetir sin repetir es mi placer y la ciencia de mi placer. Repetir para adelante. ¿Lo entiendes? ¿Oyes mi pregunta? Bahh, qué soledad de época. El mundo es así, no oye mi lógica, no la ve, y así lo será otro par de siglos. ¡Qué le vamos a hacer!

 

Oriental:

 

Creo que allí te equivocas.

 

Heráclito:

 

!Qué delicia! Es difícil aceptar que los humanos crecemos sólo cuando hemos estado equivocados. No es la certeza, sino la duda, lo que nos acerca a nuestra condición de humanos. Es decir, cuando superamos, mediante la humildad y la certeza, un error en el cual estábamos incurriendo. ¿Ves otra posible manera de que el humano crezca? Pero, dime, ¿dónde me equivoco?

 

Oriental:

 

Es muy difícil que alguien no se responda a sí mismo en falso. Sólo Buda y otros pocos. Pero, perdóname la falta de cortesía aunque en ella caigo porque no supuse tanta sutileza arropada entre tanta contundencia; perdóname, pero es difícil que un occidental no se responda a sí mismo en falso. Así lo vemos desde Oriente. El dos más dos se aburre con su propio espejo. No sabe que lo que se repite no se repite, para decirlo con tus palabras. Es insulso. Occidente es insulso, plano, sin matices. Nuestra civilización, nuestro ritmo, nuestros ritos, nuestro meditar, nuestro yoga, todo lo que hemos sido, lo que pretendemos que somos y lo que queremos ser, está en eso.

 

Heráclito:

 

¿En qué?

 

Oriental:

 

En ser una civilización dentro de la cual una persona, con el esfuerzo, la tenacidad y la guía de los maestros, puede llegar a responderse a sí mismo sin hacerlo en falso.

 

Heráclito:

 

Toda la humanidad ha sido un gran esfuerzo para que las personas no se respondan en falso a sí mismas. El único "daimon" es el temperamento. El único dios es el temperamento. Ha sido así porque lo humano es pregunta.  Mejor dicho, el despertar de la pregunta y el dormir de la respuesta. La vigilia de lo genérico humano es el preguntar. De eso estamos seguros y sólo de eso. De allí nos relacionamos con las otras cosas del mundo. El responder es lo que tenemos en realidad. O sea, la respuesta de cada cada. O sea, de cada uno de los "cadas". Pero sólo estamos seguros, como acabo de señalar, del preguntar. De su irrevocabilidad, de su necesariedad, de su dejarnos ser así humanos como somos. Estamos seguros que somos pregunta, no de las respuestas y no de esta o de tal pregunta, incluso de la pregunta por la pregunta que somos. Las respuestas van cambiando en la medida en la cual lo humano se hace a sí mismo una pregunta más posibilitadora o menos posibilitadora. Es decir, en el grado de sinceridad consigo mismo. El grado de sinceridad de lo humano, ¿se distingue con respecto a qué? Con respecto a la pregunta que pretende responder. Por eso, no el de Platón sino mi pensar, mi ciencia, mi método, mi dialéctica, es confiable. Podemos estar seguros de mi fenomenología. ¿Por qué? Porque está allí, es presencia, es la fiesta de las presencias. Mi ciencia ha desentrañado la complejidad de su sistemático funcionar. Mi ciencia se basa en la duda de las respuestas. Debes demostrar lo que afirmas. Es un proceso porque estudia un proceso. Un proceso que va desde la espera esperando hasta el actuar actuando. Lo he llamado, para ti, el Gran Mover.

 

Oriental:

 

Peor, para mí, como persona, ¿qué significa?

 

Heráclito:

 

Significa que lo humano es pregunta. Eso sabes de ti mismo. Pero debemos dudar de nuestras respuestas. No sólo podemos hacerlo, es necesario hacerlo. La lógica dialéctica no es como la Verdad de Platón. Precisamente porque dudamos, creemos. ¿Cómo así?, me preguntan de nuevo tus gestos y tu mirada. Es la primera vez que me miras a los ojos. ¿Ya lo vas viendo? Eres pregunta. Pues, sí. Así es. Ohh, de nuevo tus gestos, tus ojos, la desazón con que se mueven tus codos, se vuelven pregunta. Me inquieren lo siguiente: "Entonces, si es así como tú lo dices, Heráclito, ¿no debo estar seguro de nada, no puedo confiar en nada de lo que creo o será mejor no creer en nada?". ¿Es eso lo que cruza por tu ánimo?

 

Oriental:

 

Sí.

 

Heráclito:

 

Por favor, debes estar absolutamente convencido de dos cosas. Primero, de que debes dudar de lo que ya sabes. Segundo, que como ya te has demostrado a ti mismo la solidez de lo que ya sabes, debes estar convencido de ello a fondo, convencido a fondo. Sólo predico vivir a fondo. Pero, vamos, y ¿vivir a fondo, qué es?

 

Oriental:

 

Dime, ¿qué es?

 

Heráclito:

 

Primero es necesario comprenderlo todo y después los instantes vendrán a ti secuenciados como minutos que se abren. "O todo es extraordinario o nada es extraordinario", me enseñó Eurípides.

 

Oriental:

 

¿Comprenderlo todo? Vaya, nunca viviré a fondo.

 

Heráclito:

 

Es fácil. Es sólo cambiar la lógica de la mirada. Pero, volvamos a lo que estábamos charlando. Es importante. La relación entre la pregunta y la respuesta. Lo ontológico humano, lo óntico psíquico, el temperamento. El dejarse uno, por sí mismo, llevar a ser más pregunta o más respuesta. Los dos momentos de la conciencia. Las dos puertas del actuar. El actuar así o asá. Miremos esto varias veces. La primera vez juntos, aquí y ahora. Después cada cual por su lado. Platón te da pescados y yo te enseño a pescar. Tengo confianza en los Otros. No los quiero dominar. Mira, pues, esto. Yo estoy seguro de lo que creo porque siempre le permito a lo que no creo la misma oportunidad de convencerme. De otra manera, ¿cómo podría estar seguro? Sólo confrontando lo que yo creo con lo que no creo, puedo creer en lo que creo. Por eso la parte de la humanidad que no procede así, ha pasado a ser menos pregunta que respuesta, más respuesta que pregunta. El dogma, en última instancia, es un renegar de la condición humana y un falso reconciliarse con la tranquilidad ecosistémica, con el conocimiento genético, con el "paraíso perdido". Es imposible que alguien esté convencido sinceramente de lo que cree si nunca ha dudado de ello. Allí comienza, uno mismo, a responderse en falso o en serio la pregunta que uno mismo es.

 

Oriental:

 

Pero, en última instancia, no es posible responderse en falso a uno mismo porque uno mismo es el que responde. Ya me haces dudar. Antes afirmé que sólo el Hombre de Oro, y otros pocos, pueden, en realidad, ser sinceros con ellos mismos y ahora te digo lo contrario. Pero en este momento considero que está bien pensar así. ¿Cómo puedo ser falso cuando soy yo? Así sea falso, soy yo. Los mediocres son sinceros, tal vez los más sinceros. Verdaderamente están seguros de su "confort" psicológico. Es delicioso presenciar esa ingenuidad que no se perturba a sí misma. Yo soy aquel que los vio en inmensidad tal.

 

Heráclito:

 

¿Eres el Buda?

 

Oriental:

 

No, no. No quise decir eso. No, no.

 

Heráclito:

 

¿No? Vaya. Entonces, dime,.....

 

Oriental:

 

Ya, ya, espera. Espera. Lo he tratado de ser desde que me acuerdo, de la misma manera en que los cristianos tratan de ser como Jesús y los mahometanos como Mahoma.

 

Heráclito:

 

¿Será la misma manera? Si fuera la misma, hablaría con Platón. He venido a hablar con el Buda, tal como es hoy. Claro que es posible responderse en falso a uno mismo. Lo es porque no eres tú mismo aquello que da la respuesta. Son las otras cosas, incluidos los humanos. El mundo que te rodea te da la respuesta, su construcción, su manera de ser así como es. Lo que te rodea, míralo, obsérvalo, porque sin él no encontrarás respuestas. Si no lo miras, no serás pregunta preguntando sino pregunta ya respondida. Por ejemplo, un muchacho desea ser flautista y su familia desea que sea médico. En ese lapso de su presencia en esta Tierra, ese muchacho es esa pregunta: ¿seré médico o seré flautista? ¿Qué me respondo, yo que soy yo, qué me respondo: seré flautista o seré músico? Ese muchacho depende de la sinceridad con que se responda a sí mismo para ser flautista o ser médico. Está escogiéndose. Decide cómo quiere ser. Pero, en el fondo, ¿quién responde? Tú me dirás que él, que el muchacho puede, sin tanta dificultad, imponerse y llegar a ser flautista. El ejemplo es simple, lo reconozco. No se trata de eso. Piensa en que el muchacho no toma la decisión solo. Nadie existe solo, nadie ha tomado una decisión solo, no existe lo "solo". La soledad no existe. La soledad es sólo una gran farsa con la cual quieren soliviantar las malas relaciones humanas. La respuesta del muchacho está toda preñada de lo que lo rodea, empezando por su deseo de ser flautista, que de algún lado le ha de haber llegado ese deseo. Lo humano tiene la capacidad de escoger la respuesta, no la pregunta. Él mismo es ya la pregunta. Es decir, no construye sus opciones sino en cuanto se reconstruye mediante lo ya dado. Es decir, escoge entre lo ya teleológicamente dado. Y quien desee escoger la pregunta sin que esté determinada por la respuesta que desea, ojalá estudie filosofía. "Somos nosotros mismos los que nos lanzamos al abismo", me enseñó Hölderlin, aunque el ruido inane de Heidegger a veces no me deja oír.

 

Oriental:

 

Pero, si es así, sólo el filósofo, no todos los humanos, es más libre de lo que es el árbol con respecto a la semilla. O sea que sólo el filósofo es pregunta que pregunta y no pregunta respondida.

 

Heráclito:

 

Ah, el actuar y la espera. Quince mil millones de años. Mira el Monte Fuji. ¿Actúa o espera? Mira el aire y mira el agua. Míralos. Ahora mira la flora. Ahora la fauna. Mira la fauna. Ahora mírate. Mírate. Todo lo humano es pregunta. No existen ni han existido genios. Sólo gente común y corriente.

 

Oriental:

 

La gente común y corriente de Oriente es capaz de mirarse a sí mismo. La de Occidente, no.

 

Heráclito:

 

Tienes razón, pero sólo en cuanto que yo miro  para ver y no soy capaz de sólo mirar. Tú sí. Es bello eso. Has avanzado mucho y he venido a proferir mi admiración por ti.

 

Oriental:

 

¿He avanzado por fuera de ti? ¿Se puede avanzar por fuera de ti?

 

Heráclito:

 

Lo que me preguntas es lo siguiente: ¿Soy filosofía? Para Hegel, por ejemplo, Oriente no pasa de ser la bienaventuranza frágil de los consejos. Ni siquiera de los consejos. No. De la innata piedad que ellos buscan para quien los pronuncia. Es decir, para que quien los pronuncia no presencie un mundo poco dado a su antojo. Y conste que, sólo a veces, me río de ellos. Ni siquiera. Me sonrío. Pero eso, Oriental, ¿qué importa si nunca dijimos tuyo ni mío? ¿Te importa? A mí me importa. Me importa tanto que me he sentado a charlar contigo.

 

Oriental:

 

Hasta ahora los siglos nada han escuchado que hayamos dicho juntos.

 

Heráclito:

 

Quieres decir, hasta Mishima. Después de Mishima, hablas japonés, coreano, indú, "chino", etc., pero decides en inglés. Estás sometido al dos más dos. Ya Fiodor no habla contigo, Oriental.

 

Oriental:

 

Es cierto. Por eso, tú y yo, en este último momento, hemos hablado juntos. Quiero decir, sí, quiero decir hasta Mishima.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

EL TAO DE ÉFESO

 

 

 

 

 

Heráclito:

 

¿Por qué sólo hasta Mishima?

 

 

Oriental:

 

Tú lo dijiste. Es claro. Japón, Korea, la India, y China ya comenzó, Oriente todo se inclina cada vez más al dos más dos y cada vez menos a Kung-tse, a Lao-tse, a Buda, a los Vedas. En fin, que me excusen los que no menciono.

 

Heráclito:

 

Pero, ¿y el Tao? ¿Para ti, sigue igual o ha cambiado? ¿Lo has perdido?  Si ya renunciaste a Mishima y el dos más dos anida en Oriente, ¿significa eso que el Tao ya no gira?

 

Oriental:

 

No serás tú, occidental, quien me lo responda.

 

Heráclito:

 

Ah, el Occidente profundo, no su piel actual. No su actual falta de piel. No. Ah, el Occidente profundo.

 

Oriental:

 

¿Ves? Sólo quieres un pequeño acto de poder, un pequeño ejercicio, banal, un ejercicio de abarcar mi samsara en tu Gran Mover.

 

Heráclito:

 

No me interesa.

 

Oriental:

 

Eres occidental.

 

Heráclito:

 

Lo soy.

 

Oriental:

 

Tal vez no he hablado contigo hasta ahora.

 

Heráclito:

 

No, tal vez no lo hemos hecho.

 

Oriental:

 

Ríes y supones convencerme. Me miras a los ojos y no temes equivocarte. Me preguntas por Mishima. Me dices que desde la muerte de Mishima no puedo hablar con Fiodor, que estoy en la inclinación de ser el dos más dos. Después, convocas al Tao.

 

Heráclito:

 

Bueno, he dicho un poco más, un poco.

 

Oriental:

 

¿Qué?

 

Heráclito:

 

Me refiero a que vengo con humildad a otorgarte el origen del Tao. Ha de reconocer mi sinceridad conmigo mismo que he desentrañado los mecanismos con que se mueve el Tao en su permanente requiem de cuna, en su permanecer a través de la vida que reemplaza la muerte. Es, pues, un requiem de cuna. Pero que no he acariciado el Tao, todo él, sino sus mecanismos, su forma de moverse, sus vórtices. Sé ver su energía. He presenciado estrellas tan lejanas que no alcanza la imaginación para intuirlo. He visto mover los átomos, los puedo mover a mi antojo y ese mover lo arrojé sobre ti, movido yo mismo por Platón. Con humildad vengo a ti. Ojalá que, con este regresar de Occidente a ti, tú también salgas del dos más dos y veas de nuevo el Tao.

 

Oriental:

 

¿Hablo con Fiodor? ¿Leo Los Karamazov, o Crimen y Castigo, o Pobres Gentes o Los Demonios o El Diario de un Escritor?

 

Heráclito:

 

Nunca dejes de leer El Idiota. Nietzsche me ruge, el dos más dos me arrolla, Platón se alegra, pero, debo decirlo, nunca dejes de ser como el Príncipe Minschk. Oh, no, por favor, no. Es de las pocas, de las muy pocas oportunidades que tenemos para que el Tao sea libre.

 

Oriental:

 

Iré, qué bien, a hablar con Fiodor. ¿Me mostrará que la libertad es irredimible?

 

Heráclito:

 

Te mostrará que el vigor de la respuesta exige pensar que, de la misma manera, uno también se hace la pregunta que uno es. O sea, que la pregunta no lo arroya a uno y, por lo tanto, no se establece por sí sola. Raskolnikov eso hace, eso es. Eso representa. Las cosas exteriores no lo acusaban de nada. Sólo él resuelve decirle a las cosas que él era culpable. Es una gran pregunta la relación entre el crimen y el castigo. Atraviesa la historia del derecho y de la psicología. Es decir, la historia humana referida a la socialización de su comportamiento y a su sentirse así, de tal o cual manera, cada uno consigo mismo, a través de todos los cinco millones de años que lleva la pregunta en esta Tierra.

 

Oriental:

 

¿O sea que el individuo humano es capaz de imponerse ante el Tao?

 

Heráclito:

 

No.

 

Oriental:

 

¿Entonces?

 

Heráclito:

 

De escucharlo y de actuar en consecuencia. La pregunta viene del Tao, la respuesta la recoges tú y lo que del Tao te hizo así.

 

Oriental:

 

¿Tienes una ceremonia para ello? ¿Un rito al cual yo pueda acudir para convocar tu manera de entender el mundo?

 

Heráclito:

 

No.

 

Oriental:

 

La sombra será tu lugar, no la luz.

 

Heráclito:

 

Tienes razón.

 

Oriental:

 

¿Por qué no adoptas uno? ¿No sabes convocar tu manera de entender el mundo?

 

Heráclito:

 

Lo convoco al verlo y saberme parte de él, lo convoco al despertarme por la mañana, lo urjo al desayunar, lo potencio en la media mañana y al almuerzo, bueno, basta. Dejémoslo ahí. No puedo tener un rito.

 

Oriental:

 

¿Sabes lo que eso significa? No te entenderán, no te "practicarán".

 

Heráclito:

 

Oh, no lo creo.

 

Oriental:

 

Sin rito no hay creencia.

 

Heráclito:

 

De pronto Platón, el dos más dos y tú los hubieran llamado ritos. Quizá, para ustedes, esos sean mis ritos. Porque sé vivir el ritmo que el Tao establece para los instantes.

 

Oriental:

 

¿A qué te refieres?

 

Heráclito:

 

A la poesía, por ejemplo. A la danza, por ejemplo. A la pintura, por ejemplo. La música, por ejemplo.

 

Oriental:

 

¿Las artes son tus ritos?

 

Heráclito:

 

Sí y sí.

 

Oriental:

 

¿Por qué dos veces sí?

 

 

Heráclito:

 

El primer sí se refiere a la acepción moderna de la palabra "arte"  y el segundo a la antigua. Arte, el primero, referido a las bellas artes, a la literatura, a la música, al teatro, a la danza, a la poesía, a la escultura, a la pintura, etc. y arte, el segundo, referido a la techné, a la técnica, al saber que hoy cubren los ingenieros. La construcción de un puente, de una carretera, es también un rito mío. En fin.

 

Oriental:

 

La vida misma es tu rito.

 

Heráclito:

 

Sí.

 

Oriental:

 

¿Toda ella o sólo cuando el proceso avanza?

 

Heráclito:

 

Toda ella. No existe el avance sin el retroceso. El progreso no siempre va hacia delante. Es más, el retroceso para algunos es el avanzar para otros. El Erectheum es estilo jonio, el Partenón es dórico. Los separan quince años. ¿Qué opinas?

 

Oriental:

 

¿Cómo? Es difícil entenderte.

 

Heráclito:

 

Es tu lógica, que todavía no aprende a escucharme. Es fácil. Piensa una cosa, esta cosa: el dos más dos es progreso, trae comodidades, lo que Husserl filosofó como "confort", llegamos a la Luna, en fin, Japón y sus celulares, China y su esfuerzo por salir de la órbita terrestre y navegar sin el Tao ecosistémico, navegar el Tao cósmico. Bello esfuerzo. ¿Estás de acuerdo?

 

Oriental:

 

Sí.

 

Heráclito:

 

Lástima.

 

Oriental:

 

Ya comprendo. El progreso no siempre va hacia adelante.

 

Heráclito:

 

Aunque sí va para adelante. En el hecho de que no va para adelante consiste el rigor de nuestro apego a él.

 

Oriental:

 

Sí, hemos avanzado mucho y, sin embargo, todavía nos duele la pregunta por Mishima.

 

Heráclito:

 

El Tao no escucha. Debes aprenderlo. Es duro.

 

Oriental:

 

Eres atrevido.

 

Heráclito:

 

Si el Tao escuchara, entonces el Gran Mover, el cosmos, o sea el Tao mismo, se detendría. Dejaría de moverse. El Tao suscita y reacciona, suscita y reacciona.

 

Oriental:

 

Eso es escuchar.

 

Heráclito:

 

Casi.

 

Oriental:

 

Casi no existe. Es un invento de la estadística. En el Tao nada es casi.

 

Heráclito:

 

¿Será la semilla casi un árbol? ¿Será una flor casi un fruto? ¿Será un espermatozoide casi un niño? ¿Será un útero casi un parto? En este caso podemos pensar sólo de tres maneras, o decimos que sí o decimos que no o decimos que casi. ¿Qué piensas?

 

Oriental:

 

El casi es de los mediocres.

 

Heráclito:

 

Al revés.

 

Oriental:

 

¿Por qué?

 

Heráclito:

 

El casi es el reconocimiento del Tao, la aceptación de lo Otro y del Otro, el saberse no omnipotente sino humano, simplemente humano. No es posible lo completo para los que se nutren de la ancha tierra.

 

Oriental:

 

¿Seremos, pues, felices al ser tristes?

 

Heráclito:

 

No pauperices los momentos. Nada le pertenece al Tao. Todo se pertenece a sí mismo, los átomos, las moléculas, las células, el agua, las plantas, los animales, el humano, los instantes.

 

Oriental:

 

¿Los instantes?

 

Heráclito:

 

Sí.

 

Oriental:

 

¿Cómo puede cada momento pertenecerse a sí mismo si me pertenece a mí?

 

Heráclito:

 

Eso es el Tao.

 

Oriental:

 

No hablas para que te escuche sino para que te piense hasta que el Tao me indique el camino hacia tus palabras.

 

Heráclito:

 

Lo acabas de recorrer.

 

Oriental:

 

¿Por qué vienes a mí? ¿Para qué me necesitas? Eres Occidente victorioso sobre el planeta entero.

 

Heráclito:

 

Oh, no. El dos más dos es sólo un escalón. No es Occidente.

 

Oriental:

 

Pero el dos más dos no viene solo.

 

Heráclito:

 

¿Entonces?

 

Oriental:

 

Viene o con Platón o contigo.

 

Heráclito:

 

Enséñame más.

 

Oriental:

 

Pregúntame más.

 

Heráclito:

 

Sólo el Tao hace buenas preguntas.

 

Oriental:

 

¿No me decías que uno también pule la pregunta que es uno mismo?

 

Heráclito:

 

¿Piensas que no eres parte del Tao? Si eres parte del Tao, el Tao hace buenas preguntas y, si no, también.

 

Oriental:

 

A veces se me cruza por la cabeza que te burlas de mí.

 

Heráclito:

 

Ah, la "paideia" de la risa enseña de por vida, si a eso te refieres. La risa es aceptar al Otro tal como es. La mala cara es no aceptar al Otro tal como es.

 

Oriental:

 

¡Qué pueril! Deseas que una risa convierta en verdadera una idea.

 

Heráclito:

 

Lo prefiero al contrario: que una idea me produzca una risa verdadera.

 

Oriental:

 

Eres hábil.

 

Heráclito:

 

Oh, por favor, no. Eso no.

 

Oriental:

 

Eres astuto.

 

Heráclito:

 

No necesito serlo. Dejo ir mi lógica y ella habla, ella me es.

 

Oriental:

 

Tu lógica. ¿Tu lógica?

 

Heráclito:

 

Fíjate.

 

Oriental:

 

No eres la lógica del dos más dos, ni eres la lógica aristotélica de Platón, menos aún eres el Tao, que apenas conoces. ¿Cuál es tu lógica?

 

Heráclito:

 

Ese terrible momento en el cual llegas a ser tanto tú mismo que ya dejas de serlo. No te aguantas tanta dosis de verdad, tanta certeza, tanta ineludibilidad del caminar tus pies en tus zapatos. ¿Y qué te queda?

 

Oriental:

 

No debería, pues, buscar el vacío sino mirarme para encontrarlo.

 

Heráclito:

 

Qué pena.

 

Oriental:

 

¿Por qué te apena?

 

Heráclito:

 

Porque nunca seré yo mismo después del manso. Seré el manso más yo mismo.

 

Oriental:

 

¿El manso?

 

Heráclito:

 

Sí.

 

Oriental:

 

Empédocles no es. Dice Hölderlin que preferiría irse iracundo ante los dioses y no pauperizar la condición humana. ¿El manso?

 

Heráclito:

 

Sí.

 

Oriental:

 

Ya.

 

Heráclito:

 

Gracias.

 

Oriental:

 

Pero, y ¿el Mahatma?

 

Heráclito:

 

Felices las épocas que reconocen al Buda cuando es parte de ellas.

 

Oriental:

 

El Buda o el manso sólo vienen cuando las épocas no son felices. ¿Para qué vendrían, si no?

 

Heráclito:

 

El placer vale por sí solo.

 

Oriental:

 

¿No me enseñabas que nada vale por sí solo?

 

Heráclito:

 

Eso me parecía.

 

Oriental:

 

Pero no puedes. Te falta valor para enfrentarte al Tao. Tú, desnudo, íntimo, solo como únicamente puede estarlo quien se comprende a fondo y recibe, ahh, esa caricia de ser él mismo o ella misma. Entonces, cinco minutos se convierten en el tesoro inigualable. Vívelos. Todo dura cinco minutos, hasta la muerte, hasta el dormir ocho horas por la noche. ¿Lo comprendes?

 

Heráclito:

 

No entiendo.

 

Oriental:

 

¿Ves, ahora, lo que es dudar?

 

Heráclito:

 

¿Piensas que el Tao es el Daimon?

 

Oriental:

 

No. Tú lo piensas.

 

Heráclito:

 

Solo es así si el temperamento, al igual que el mundo físico, se calienta y se enfría con medida.

 

Oriental:

 

Lo llaman psicología, psiqué. Óyelo: sic ludus debet animo alicuando dari.

 

Heráclito:

 

Dos veces lo he entendido. La primera leyendo El Reino Interior, de Rubén Darío, y la segundo con Fidias, oh, y su Hermes con Dionysos niño en los brazos.

 

Oriental:

 

¿Dionysos niño? No existe. Tú construyes mundos con palabras y luego te los crees. ¿Cómo? ¿Dionysos niño?

 

Heráclito:

 

Hay dos "paideias". Una cuando aprender es un placer y la otra cuando el aprender, así algo te enseñe lo aprendido, no depende de lo aprendido sino del placer que en ello habita.

 

Oriental:

 

¿Alguna vez has descansado?

 

Heráclito:

 

El sólo ver el mundo es, para mí, un compromiso por entenderlo. Por eso te respeto. Tú no eres así.

 

Oriental:

 

¿Lo humano, pues, te duele que sea pregunta? ¿Suspiras por ser respuesta así sea diez minutos? Tu congoja por una placidez inexistente me sorprende.

 

 

Heráclito:

 

Es duro saber que no hay momentos estelares ni genios.

 

Oriental:

 

¿Duro? Ah, incluyes al Buda. Sí, entonces, si así es, es duro.

 

 

Heráclito:

 

Sí. Es duro y así es.

 

Oriental:

 

Pero, si eres serio contigo mismo, ¿por qué habría cualquiera cosa, cualesquiera circunstancia parecerte dura? ¿No es lo contrario lo que posibilita aquello para negar lo cual nació?

 

Heráclito:

 

¿Has leído a Dickens? Fiodor lo menosprecia. Dickens se narra sin personajes, se narra época. Fiodor no. Ahh, no.

 

Oriental:

 

No. ¿Para qué lo leería?

 

 

Heráclito:

 

Al inicio de Grandes Esperanzas..... en fin. Si no leemos los libros, no vivimos una parte de nuestra propia vida.

 

Oriental:

 

¿Por qué lo dices?

 

Heráclito:

 

Es mejor jugar con los niños, que vivir sin leer. Nada allí se desdice, ni se enhebra con el hilo terrible de Antígona.

 

Oriental:

 

Lo bueno, si breve, dos veces Basho.

 

 

Heráclito:

 

Lo breve no alcanza para dibujar el mundo. Lo breve es tu falsa esperanza, tu nido de huida. El Tao....te

parece...digo, es un decir...¿te parece breve?

 

Oriental:

 

Eres Occidente, al fin y al cabo. Eres un adolescente. Todo Occidente es un adolescente. Vives plenamente agradecido a la fuerza de quien crece perpetuamente. Pobrecillo. ¿Sabes algo de la pausa? ¿Por qué no eres eficaz para estar, de verdad, contigo mismo?

 

 

Heráclito:

 

¿Puedo pensarlo?

 

Oriental:

 

Irónico. Escúdate en tu sinfín de "máscaras", en el estoicismo, en el cinismo, en el placer, en lo holístico, en lo detallado, en lo....en fin, en aquello que con sólo nombrarlo piensas que existe. Ah, banal.

 

Heráclito:

 

Te ríes de mí sin entusiasmo. Ya eres el dos más dos. ¿Es tu responder un preguntar? Si así es, no te diferencias de Occidente.

 

Oriental:

 

Nada existe que, a la larga, deje de ser elogio o crítica. ¿Por qué huyes de tu propia lógica?

 

Heráclito:

 

Porque no he entendido el Tao. Sólo entreveo sus partes, su ser de esta manera o de la otra, su rüido. Pero ya no quiero más su moverse, su fragor inmisericorde por ser feliz, su afianzarse en los amores rutinarios, su no agarrar los placeres tal como uno los deseaba. Sudar sin el placer del cansancio, ¿qué puede ser?

 

Oriental:

 

Pobrecillo. Piensas que la brisa es libre. Suspiras por un recorrer que no existe. Sólo posees tu humildad, Occidente. Deja de suponer que los argumentos son más fuertes que el mundo. Retorna a ti mismo.

 

Heráclito:

 

Un solo brinco y, de lo cerca que soy de mí, podría llegar a retornar a ser yo mismo, no como época o como civilización sino como individuo. Oh, Occidente, el atomismo de la psiqué es tu manera de estar indescriptiblemente cerca de lo que te apetece lejano. Siempre desearás que el Otro, cualquiera que sea el Otro, esté de acuerdo contigo. ¿Para qué? ¿Por qué?

 

Oriental:

 

Ya sabes lo que debes preguntarte. ¿Para qué vienes a charlar conmigo?

 

Heráclito:

 

Bueno, es sencillo entenderlo. Es difícil explicarlo. Nunca dejarás de ser un ancho universo para ti mismo y un angosto cuerpo para los demás. Tal vez Occidente no sabe creer lo que sabe.

 

Oriental:

 

¿Te molesta la duda? ¿No la alababas hace poco?

 

Heráclito:

 

Hay cosa de las que no podemos dudar. El sol no gira alrededor de la Tierra. ¿Puedes dudar de eso?

 

Oriental:

 

Sí, pero no cuando estoy solo.

 

Heráclito:

 

Por eso, Oriental, por eso.

 

Oriental:

 

¿Cómo?

 

 

Heráclito:

 

La pregunta se va haciendo respuesta. Es decir, se empieza a preguntar desde las respuestas. Allí está el arte de pensar. La responsabilidad óntico psíquica. ¿Hasta dónde extiendes tus respuestas? ¿Qué sabes de lo que preguntas? Oye.

 

Oriental:

 

 

 

 

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