Libros de Julio Alberto Monsalvo » SALUDABLES VIVENCIAS (Versión digitalizada)

Última actualización: 12/03/2023

La guarda de cada carátula ha sido tejida una por una por Sandra Payán con un punto propio del Pueblo Originario Wichí, Norte de Argentina

SALUDABLES VIVENCIAS

Julio Monsalvo

Formosa, Argentina, 2 de Mayo de 2008

Versión digital de ediciones artesanales altaalegremia

A la Vida que me ha regalado

vivenciar vivencias saludables

PRÓLOGO

A finales del 2004, unos meses después de conocer a Julio, leí por primera vez algunas de sus “saludables vivencias”. Luego fui encontrándome con otras, en sus conversaciones, en sus charlas, en sus escritos. Y todas ellas me han conmovido, hasta mis propias vivencias.

Las “saludables vivencias” provocan que las vivencias propias sean revivenciadas con nuevos colores, olores y sabores, y descubran su propia luz y su esencia.

Ahora, al volver a leer cada una de las vivencias relatadas en este libro, siento como si yo misma las hubiera vivido. Es como si conociera a Doña Santa, como si la hubiera escuchado, recuerdo su aroma y el color de su vestido. Me parece que he abrazado la morera del patio de la infancia, siento el sabor de sus frutos.

Recuerdo que algún día de fiebre y tos, Doña Elena se quedó conmigo toda la noche. Escuché el Baba Nam Kebalam en un amanecer de Porto Alegre, caminé París. Quiero al Dr. Chattás como si hubiera sido mi Maestro. Rubén, el compañero Toba, suele seguirme contando de su pueblo, de sus sabidurías y de sus silencios.

Y es que estoy convencida que uno puede revivenciar vivencias que ha vivenciado otra persona, que uno aprende y desaprende como si uno mismo las hubiera vivido. Porque las vivencias no le pertenecen a nadie, porque nosotros le pertenecemos a la Vida. Las vivencias nos trascienden, y revivenciarlas nos ayudan a todos a trascender.

Las “saludables vivencias” nos conmueven, nos estremecen y nos transforman, y creo que en parte es porque en ellas estuvimos, porque fuimos Doña Elena, porque fuimos pilagás, porque fuimos Julio.

En las “saludables vivencias” se teje la Vida, se tejen las historias y los sentimientos. Revivenciarlas nos recuerda que la Vida es un continuo al que todos le pertenecemos, que sólo hay una historia y que somos un solo sentimiento.

Estas vivencias tienen la magia que les concede el ser revivenciadas y relatadas por un ser humano que vive como cree, que cree lo que dice y que dice lo que siente. Las “saludables vivencias” acompañan y guían su vida, y sus vivencias se recrean en su cotidiano vivir.

La vida de Julio, que es una permanente celebración, está celebrando sus diez veces siete giros planetarios. Diez veces siete giros tejiendo amorosa y sabiamente redes de afecto y de confianza, diez veces siete giros tejiéndose la Vida en él. ¡La Vida está de fiesta!

En este libro, Julio vuelve a poner en manos de todas y de todos, sus aprendizajes y desaprendizajes, su alegría y su esperanza, su sensibilidad y su luz. Sus vivencias están aquí para acompañar y guiar nuestras vidas por siempre.

Sandra Isabel Payán Gómez

PRESENTACION

Allá en el 56, quizás mis nietos lo vean como un relato del mesozoico, un grupo de chicas y chicos de más o menos 17 y 18 años estábamos ansiosos en el aula de la “Manuel Belgrano”, la Escuela Superior de Comercio de la Universidad Nacional de Córdoba.

Es que en aquellos tiempos como ahora,el comienzo de clases trae emociones, conocer nuevas y nuevos profes… y más aun que iniciábamos el 6º año, el último de “la Secundaria”.

Ese día esperábamos al Profesor de una materia cuyo nombre nos asustaba y que muchas y muchos pensábamos que iba a ser aburrida: Filosofía

Pues bien, entra el Profe, alto, rubio, bigotes, ojos claros, mirada serena, voz suave. Nos conquistó de entrada y nos supo hacer gustar la Filosofía. Lástima no recordar su nombre.

Lo que sí recuerdo es el libro que leíamos. Lo conservo. Lo tengo ahorita en mis manos. Con las subrayadas de entonces y de después. Con anotaciones. Se llama “Lecciones Preliminares de Filosofía”.

Un libro que se hizo con las versiones taquigráficas tomadas en la Universidad Nacional de Tucumán de las conferencias dictadas por Manuel García Morente, en 1937

Una delicia leer el libro. Es como sentir al profe dictando las clases. Aun parece que percibimos las zetas de su acento español.

Una de las cosas que se me grabó es el “hacer filosofía”. Decía que es imposible dar un concepto, una noción de algo, si previamente no se hace. Se necesita vivir. Allí descubro la palabra “vivencia”, lo que queda dentro de uno.

García Morete refirma esta aseveración con un ejemplo que toma de su colega francés Bergson.

Entre estudiar un plano de Paris, aprender el nombre de sus calles y grabarse imágenes de las fotografías de sus monumentos, y pasear veinte minutos a pie por la Ciudad, existe un abismo nos decía.

Lo primero es una mera idea, una elaboración intelectual, en tanto que lo segundo es vivir Paris, tener la vivencia.

Revivencié esos instantes en que descubrí la “vivencia” cuando allá, el lunes 4 de Abril del 83, llego por vez primera a Paris (y hasta ahora la única vez).

Había sido enviado por el Consejo Mundial de Iglesias a trabajar por un mes en Guinea Ecuatorial. De regreso voy a Ginebra a visitar la sede del Consejo Abordo el tren veloz francés, el TGV, y llego a mediodía a la “Gare de Lyon” Ante mi sorpresa todo cerrado. Me entero que existe un “Lunes Santo” en Europa.

En esa hermosa tarde primaveral me dispongo a vivenciar Paris. Y tras tocar con mis manos la emblemática “Tour Eiffel”, camino y camino a orillas del Sena.

Mi afán era llegar a “Ile de la Cité”, dondeparece que se fundó Paris allá por el 200 antes de nuestra era,

Llego…cruzo el puente… ante mí la inimaginable monumental “Cathédrale Nôtre-Dame”Entro… Atestado de personas devotas…Claro, era Lunes Santo…. El sacerdote estaba oficiando. Tenía una túnica blanca y un manto verde. Detrás, me llama la atención la presencia de cinco personas de blanco, con guitarras y ponchos rojos.

Cuando el sacerdote termina el oficio y llama a comulgar, las cinco personas atrás alzan sus guitarras y cantan en castellano “Gracias a la Vida, que me ha dado tanto…”

Me dicen que eran los Quilapalyún… en esa época exiliados en Francia.

Esta vivencia la revivencio en tanto escribo estas líneas.

.Este concepto de las vivencias allá en la adolescencia me marcó a fuego. Con el devenir del flujo de la vida, le fui dando otras significaciones tales como el diferenciar experiencia de vivencia.

Siento que la experiencia es algo contingente de la cual uno puede sacar lecciones quizás, pero sólo para uno mismo.

En tanto las vivencias se revivencian, se traen al presente, hacen que se puedan compartir en un eterno presente o en “un ahora que no pasa” como dicen que decía Agustín acerca de la eternidad.

La Vida me ha regalado el girar diez veces siete alrededor de nuestro Inti, fuente de energías vitales.

En estos diez veces siete giros, muchas vivencias saludables he vivenciado que me han generado la felicidad de tomar consciencia del desaprender y aprender nuevas miradas del mundo, nuevas lógicas de vida, nuevos saberes y haceres.

Culminando estos diez veces siete giros, comparto algunas de las saludables vivencias vivenciadas en diversos ámbitos y polifacéticos escenarios que me hacen en un continuo, vivir la vida con Alegremia.

PINCELAZOS DE VIVENCIAS CON LA VIDA ARBÓREA

1- La morera del patio de mi casa

Me relaciono intensamente con esta morera que se levanta altísima a mis ojos en el patio de mi casa. Soy tan niño que aun no voy a la escuela y por lo tanto tengo toda esa potencialidad que tienen los niños “antes de ser llevados” para ser domesticados mediante esa llamada “educación formal”.

Vivencio fascinantes aventuras. Le hablo a la morera y ella me contesta. A veces es ella quien me habla.

Me sugiere ideas, me enseña los maravillosos mapas dibujados en sus hojas, me aconseja cómo hacer mi casita entre sus ramas con cajones que le pido a ese señor que vende verduras en un carrito tirado por una mulita, que pasa por las calles de tierra del humilde barrio de esta gran ciudad donde vivo.

Instalado entre sus ramas estoy muy próximo a gorriones y colibríes. Las mariposas son mis amigas. Siento que la morera y yo vibramos juntos cuando abrazo su tronco y me aferro a sus ramas para trepar a las alturas y desde allí veo al mundo diferente.

……………………………………………………..

Ya no soy tan niño. Me mudo a otra casa queriendo formar mi propio nido. Antes de irme miro a la morera. Nada nos decimos… sólo nos miramos.

………………………………………………………

Es una mañana de un día después de sucederse uno y otro almanaque. Casi el mediodía. Veo que sacan a la morera despedazada en varios trozos. Pregunto por qué la han matado. Me dicen que sus raíces levantaban los mosaicos de una galería. Se quiebra algo dentro mío y siento dolor, mucho dolor.

2- El Oeste Chaqueño

Estamos en el 76. El terrorismo de Estado se enseñorea con el poder de decidir la vida y la muerte de todas y de todos en Argentina.

Tras una rápida consulta familiar decido no irme del país. En una especie de “exilio interno”, me traslado al Oeste del Chaco con parte de mi familia.

Comienzo a trabajar en una institución que desarrolla un proyecto con las comunidades del Pueblo Originario Toba-Qom

Recorro con jóvenes Qom los montes chaqueños de árboles nativos. Me impactan los bosques de algarrobos.

Descubro que los árboles tienen espíritu. Es un descubrimiento lento, suave. Un descubrimiento colosal que me enseña el compartir cotidiano con el Pueblo Qom.

Me doy cuenta con asombro y felicidad que voy desaprehendiendo muchas cosas y aprehendiendo otras que pasan a ser las cosas más importantes y trascendentes para mi vida.

Percibo el “valor” del algarrobo. Digo el “valor” y no el “precio” del algarrobo. Esta diferenciación entre “valor” y “precio” es lo que me hace tomar conciencia entre los valores esenciales de las dos culturas que conviven en este escenario.

Una de ellas, la que domina, le pone “precio” a todo, obliga sutilmente a los miembros de la otra cultura, la Qom, la dominada, la que valoriza todo, justamente a destruir los bosques nativos, en especial los de algarrobo.

Es que a esa madera le han puesto un “buen precio”. Se ha instalado un aserradero y una carpintería para fabricar muebles.

Muebles que no son destinados a los hogares de las familias Qom sino a ser comercializados en la “gran ciudad”, en el marco de una concepción desarrollista y con el discurso de que “somos tan buenos que le damos trabajo a esa pobre gente”.

Siento dolor por esta imposición que veo y sufro, y siento dolor por los algarrobos asesinados, un dolor como cuando vi a mi morera despedazada.

Y así se va tejiendo esta historia, mi historia, aprendiendo y desaprendiendo, de manera directa y muy fuerte, lo que es el amor a las plantas.

3- “Un cielo azul que viaja...”

¡Qué ilusiones tenía de conocer el Río Uruguay!

Una necesidad interior muy fuerte desde que oía la voz del recordado Jorge Cafrune cantar los versos que compuso Aníbal Sampayo:

“El Uruguay no es un río,

es un cielo azul que viaja…”

A mediados de los 90 parecía que se iba a concretar mi sueño…La idea era visitar los Saltos del Moconá con un grupo de amigas y amigos…
Llegamos a El Soberbio y me encuentro con un río color bermellón...y me pregunto ¿dónde está ese “cielo azul que viaja”?

Viejos lugareños me dicen que el Uruguay era un río azul hace veinte años.

Todo cambió cuando comenzó a deforestarse el territorio brasileño para cultivar soja, lo cual ha provocado una notable erosión.

Las lluvias arrastran los suelos dando al Uruguay otro color y arrastra también los “agroquímicos” (en realidad son agrotóxicos) y ya no hay más peces en la zona... Nos dicen que hasta muchos kilómetros aguas abajo no se encuentran peces.

Recorrimos kilómetros y kilómetros de este desolador paisaje de monocultivos de soja, “monocultivo de la mente” como nos diría Vandana Shiva.

Al fin, al llegar al Parque Nacional Yucumá, vemos algo de bosques. Hace veinte años parece que toda la extensión de territorio que acabamos de recorrer estaba cubierta por bosques… y el Río Uruguay era un cielo azul que viajaba... y tenía peces...

Me deleito y me maravillo con estos saltos del Moconá. Un tajo longitudinal de más de dos kilómetros en el lecho del río. La alegría de gozar con estos maravillosos saltos convive con el dolor del no estar ese cielo azul que viajaba, con el dolor de los peces que no están, con el dolor de la selva que ya no está, con el dolor de los monocultivos de sojas que están…

4- En el país de mis silencios interiores

Me hallo en el sur de Chile, en la Isla de los Ciervos. Propiedad privada de don Giorgio que vive en Italia y una vez por año visita la Isla.

Don Giorgio quiere que esa Isla no se contamine. La provisión de agua a la vivienda, por ejemplo, se hace por gravedad. No se utilizan motores.

Don Alonso y su hijo “Patito”, de 17 años, son los únicos habitantes.

Nos reciben muy cordialmente y nos llevan por senderos en donde los enormes árboles son columnas que sostienen una cúpula continua de ramas.

De tanto en tanto esa cúpula viva se abre y el cielo nos regala sus variados matices, infinidad de azules celestes, mientras que las hojas danzan con las luces y las sombras.

Cascadas de cohihues con sus intensísimos rojos, destellos de vida, iluminan este Templo de la Naturaleza.

Flores de todos los colores que se asoman traviesas entre los musgos, entre las ramas y los troncos, desparraman sus perfumes y adornan este alegre santuario de la vida en todo su esplendor.

Caminamos en silencio. Un silencio que nos permite gozar de la sinfonía coral de cantos y arrullos de aves y de arroyos que se deslizan fecundando la tierra.

Y el suelo me habla. El suelo está vivo. La elasticidad de ese suelo tapizado de musgos, de líquenes, de hojas, de pétalos, me invita a compartir sus vibraciones vitales. Intuyo que apenas estoy en los inicios de comprender el diálogo de los Pueblos Originarios con la Mamá Tierra.

De repente me encuentro con dos enormes árboles, dos columnas formidables que comparten la misma raíz. Quedo absorto por algo que nunca he visto. Patito percibe que estoy anonadado. Con una sonrisa se acerca y me dice: “¿Ve?... ¡Comparten la misma raíz! Para mí, aquí bajo el suelo, todas las raíces se comparten…”

Y en el país de mis silencios interiores vuelvo a escuchar en mis cuerpos lo que me dijo “Patito”.

Revivencio el impacto de sus palabras. Revivencio mis sentires de la solidaridad de la vida, los sentires de pertenencia, todas y todos los seres nos pertenecemos. Somos Naturaleza. Intersomos.

La riqueza de la biodiversidad cultural me enseña a desaprender y a aprehender. La Vida me regala conocer diversas culturas de Pueblos Originarios. Descubro que todas tienen algo en común: se sienten pertenecer a la Naturaleza.

Todas sienten esa pertenencia, todas, excepto la cultura occidental.

…………………………………………

El niño que era sabio dialogando con su morera fue llevado “a la escuela” y a muchas escuelas… sin embargo… siento que esa morera sabia ha tenido mucho que ver en que ese niño nunca dejó apagar la llama de la rebeldía, nunca lograron domesticarlo y así llegó con los poros bien abiertos para encontrarse con la sabiduría de los pueblos que siempre han estado aquí, que conviven, cooperan, con una ética de solidaridad.

…………………………

Hoy sensopienso que soy Bosque y que mi salud, mi vida toda, es gracias a la vida arbórea.

II

CATAPLASMAS CON ENERGIAS AFECTIVAS

Nos hemos reunido unas 50 personas procedentes de varias provincias del norte argentino. La mayoría mujeres y del mundo campesino.

Estamos en pleno invierno del 97... dice el almanaque... porque la realidad es que estamos viviendo días muy calurosos.

Todas y todos con ropas muy livianas, al aire libre, compartiendo un intercambio de experiencias populares para el cuidado de la salud.

Se propone la metodología de hacer “talleres” con diversas temáticas. Me anoto en “Usos del barro” y nos juntamos ocho personas.

Esta vez la voz cantante la tienen dos varones campesinos que han venido desde Santiago del Estero.

Nos van enseñando las condiciones que tiene que tener el suelo para sacar la tierra, cómo se prepara el barro, qué cosas agregarle según sea el problema que queremos solucionar.

Constantemente nos advierten que cada cataplasma hay que prepararla para alguien en especial, pensar en quién la va a recibir, y que “... mientras amasamos el barro estamos rezando para que se cargue de energías afectivas...”

III

DOÑA ELENA ESTA MUY SEGURA

Allá, en el invierno del 91, recalo por la zona de la “Cuenca del Salado Norte, en la Provincia de Santiago del Estero.

Es uno de los primeros encuentros en que participo con el mundo campesino criollo.

Cuando llego, ya es viernes y desde el día anterior mujeres y hombres que han acudido desde diversos parajes muy lejanos, están compartiendo sus saberes acerca de cómo encarar los distintos tipos de toses y de diarreas.

Me asombra el fenomenal intercambio de conocimientos y de procederes que emplean para solucionar estos problemas de salud, basados fundamentalmente en el uso de plantas y de remedios caseros.

Y quedo anonadado por el criterio “epidemiológico” y de “gestión” con el cual describen cómo se presentan los problemas y cómo lo encaran.

Hay muchos tipos de toses... una cosa es la tos del fumador...otra la que viene cuando se levanta el viento norte... otra la tos de la tuberculosis...

Para esto último no conocemos remedios propios. El médico “radiante” (el que hace visitas programadas) no trae los remedios porque el jefe del programa quiere que lo vean a él en la ciudad...

Hay dos tipos de diarreas, con sangre y sin sangre. Las que son con sangre son peligrosas...

Una joven profesional de las ciencias sociales que está presente, me dice asombrada: “Nunca el pediatra de mi nena me dijo eso de las diarreas...”

El domingo sobre el mediodía nos estamos despidiendo. Alguien pide que “el Padre nos dé una bendición...”

El sacerdote lleva muchos años como cura párroco en ese lugar expresa que “quiere proponer algo antes...” y se genera este diálogo con Doña Elena, una de las participantes:

- Y... ¿qué es lo que quiere proponer Padre?

- Y... bueno... yo estoy desde el jueves escuchando tantos conocimientos y tantas prácticas que hacen ustedes... me parece que tendríamos que llamar a profesionales para que hagan un estudio...

- ¿Y qué es lo que quieres estudiar Padre?

- Y... de todas esas cosas que ustedes dijeron en estos días, tantos remedios que utilizan... bueno... un estudio para ver si sirven...

- ¡Pero Padre!... ( y ya doña Elena se ha puesto de pie y da un paso hacia donde se hallael sacerdote)¿Cómo se le ocurre a Ud. que nosotras vamos a hablar de algo que no estemos seguras que sirve? ¡No nos ofenda! Por favor... ¡quédese tranquilo! ¡Todo lo que aquí hemos dicho ya está probado y comprobado!

IV

ENSEÑANDO A PESAR NIÑAS Y NIÑOS

Jóvenes de la Comunidad “El Timbó”, norte de Santa Fe, se enteran que otros grupos realizan en forma comunitaria el trabajo de controlar el peso de sus niños y manifiestan el deseo de aprender.

Se facilita el traslado a la Comunidad “El Gusano”, junto al arroyo del mismo nombre. Allí las “doñas” se reúnen todos los martes para ver juntas algún aspecto que hace a la salud.

El cuarto martes de cada mes está destinado a “la pesada de los chicos”. Allí cada Mamá tiene una fotocopia con las gráficas de crecimiento y le han agregado algunas hojitas con otros temas como las vacunas. Ellas la llaman la “Libreta del Buen Desarrollo”

Es una tarde muy agradable de ese Otoño del 98.

Llegamos. Todo está listo en el Salón Comunitario. Agua fresca, tortas fritas, mate, sillas y la balanza “pilón” ya atada a una rama de un árbol del lindo patio.

Vemos copias ampliadas de las gráficas “peso/edad”. También está el amigo vecino que ayudará a alzar a los chicos para pesarlos.

Todo está listo para la práctica, sin embargo...

Las doñas del lugar, además de expresar su alegría por la visita de las chicas y chicos tan jóvenes (todos de más o menos 20 años de edad) y de estar muy dispuestas a enseñar, se toman “el tiempo del mundo” para contar “el porqué” lo hacen...

“Lo hacemos porque nos sentimos muy bien al ver que nosotras podemos. Ya no tenemos que depender del Hospital, tener que ir temprano al pueblo y hacer largas filas de espera...

Pesar a nuestros chicos entre todas nos da mucha alegría al ver cómo los chicos están bien.

Hacer esto es hacer un camino de Libertad”...

V

ENSEÑANDO MASAJES

Grupo “La Esperanza”. Así bautizaron a su grupo las mujeres agricultoras de la Colonia “El Progreso”, en el Departamento Goya, Provincia de Corrientes.

Han organizado un encuentro en esa tarde del invierno del 95 para compartir reflexiones sobre el cuidado de la salud y hacer alguna práctica autogestiva.

Estamos al frente, en la zona de Reconquista, con el fascinante Río Paraná de por medio.

Viajamos en lancha casi tres horas deleitándonos con las islas del Delta del Paraná Medio. Frondosa vegetación, canto de aves y el Sol que pinta policromáticos cuadros con las nubes, y juguetea con sus reflejos en las estelas que deja nuestra nave surcando contra corriente río arriba.

Nos acompaña Teresa, una doña campesina que aceptó gustosa visitar a las mujeres correntinas y coordinar un taller para enseñar la práctica del “masaje rostro–cuello”.

Nos esperan unas 30 mujeres en el salón comunitario. La mayoría ha viajado entre 20 y 60 kilómetros para asistir especialmente a este encuentro.

Cuando Teresa comienza a mostrar e indicar cómo se hace el masaje yo estaba muy atento a la secuencia de las maniobras, cómo se posicionan los dedos, número de masajes en cada zona y todo a lo que hace a la técnica.

Todo esto va mostrando Teresa comenzando en la frente, colocando la cabeza de la persona que recibe el masaje en una posición muy cómoda, bien apoyada.

Una profesionalidad de excelencia. No descuida ningún detalle. La persona que realiza el masaje no debe perder en ningún momento el contacto físico con quien recibe.

El ambiente debe estar templado, silencioso o con una música suave.

Siento un especial asombro cuando tomo consciencia que en forma permanente Teresa pone tanto énfasis en la técnica como de las actitudes. Simultáneamente considera todo el tiempo estos dos aspectos.

“Esto es una enseñanza. Ahora estamos todas juntas aquí. Esto hay que hacerlo en privado, con mucho respeto.

Cada vez que tocamos estamos transmitiendo energías afectivas. Por eso ofrezco hacerlo si tengo seguridad, me siento bien y no ando a las apuradas.

Tenemos que hacerlo con mucho amor y cariño a la persona que está recibiendo el masaje. Pensar en su nombre. Es como si estuviéramos rezando para que este masaje le haga bien.

Estamos haciendo algo serio que es por la salud.

Es importante ofrecerle hacer esta práctica a nuestra pareja… así recuperamos las caricias en la pareja…”

VI

LOS YUYOS QUE CRECEN AQUÍ

Estamos en San José del Boquerón, en el norte de la Provincia de Santiago del Estero. El almanaque nos dice que es el miércoles 12 de agosto de 1992.

Los que están reunidos son todos hombres. Algo inusual cuando se convoca a considerar temas de salud. Se trata de dirigentes campesinos que están reunidos con el objetivo de organizarse para defenderse de las toses que se incrementan durante el invierno.

Se comparten conocimientos acerca de los yuyos curativos que tenemos en la región. Se conversa acerca del reconocimiento de los mismos, de las técnicas de recolección, de preparación y de administración.

Alguien comenta de lo beneficioso que es agregar jugo de limón a ciertos preparados para aliviar los dolores de garganta.

No existen limoneros en la zona y se ha visto que no crecen allí. Para conseguirlos hay que viajar a Monte Quemado, a unos 80 Km. De este lugar.

No hay una información muy clara de dónde proceden estos limones, su edad, si estuvieron o no en cámaras frigoríficas y si fueron o no rociados con plaguicidas.

Se llega a un consenso que la “sombra de toro”, una planta que crece por estos lugares, posee las propiedades buscadas.

Uno de los dirigentes nos regala esta reflexión:

“¿Cuándo aprenderemos que las plantas que más nos ayudan son las que están aquí, donde nosotros vivimos, la que crecen entre nosotros?

Las conocemos, sabemos su edad y si están sanas. Se alimentan del mismo suelo que pisamos, tienen la fuerza del mismo aire que respiramos y de la misma lluvia que nosotros recibimos”.

VII

¡ME QUEDÉ TODA LA NOCHE!

El Encuentro con grupos de campesinas y campesinos organizados, en la zona de la Cuenca del Río Salado Norte, en la Provincia de Santiago del Estero en este invierno del 91 me regala muchas vivencias.

Me asombro de la percepción del ser humano como un ser integral. Una visión ecosistémica. Nada de separar el “cuerpo” por un lado y el “alma” por otro. Tampoco ponerse frente a la Naturaleza, sino ser parte de ella.

Se habla mucho de todos los problemas que vienen en el invierno: toses, catarros, fiebres, resfrío, gripes...

Comparten conocimientos y el uso de remedios “probados y comprobados”.

Me piden que dé algún parecer.

Se me ocurre contar cómo se presentan los primeros síntomas de las “toses peligrosas”. La neumonía es una enfermedad que cobra muchas vidas de niñas y niños y de personas ancianas en este norte argentino.

Doña Elena me escucha muy atentamente. Ella vive en un paraje muy lejano. Y nos cuenta a todos...

“Eso que nos dice Julio lo vi en una vecinita de 9 años!!! La Mamá me llamó porque la veía mal. Y sí... cuando yo llego la vi muy grave...”

Y aquí doña Elena se explaya con lujos de detalles todo lo que percibía en la niña...¡estaba describiendo una neumonía “de libro”!

“Lo primero que hice fue rezar. Encomendarme…”

Doña Elena va explicando cómo preparó un fuego adecuado para que la niña recibiera vapor de agua. Luego nos va diciendo de qué manera dobla un paño y lo calienta con una “plancha de carbón” para aplicar el calor sobre el pecho de la niña.

Y añade:

“Me quedé, me quedé toda la noche sosteniendo la mano de la niña. ¡Al amanecer la chiquita estaba mejor!”

Permanentemente asocio esta expresión con imágenes de mi época de estudiante. Profesores y docentes acudiendo al propio domicilio de las personas enfermas y en reiteradas ocasiones permanecer toda la noche al lado de la cama de alguien que estaba muy grave o transcurriendo un complicado postoperatorio.

Asocio también esta expresión de Doña Elena con las imágenes de ese largo tiempo dedicado a conversar con la persona enferma y sus familiares indagando acerca del motivo de acudir a la consulta y luego ese prolongado examen que consistía en mirar piel, ojos, cabellos, uñas y mucho más para luego palpar, percutir y auscultar.

Al fin de todos estos actos de relación personalizada, casi siempre se concluía con un diagnóstico, siendo ocasional la necesidad de solicitar algún análisis, radiografía o electrocardiograma. Si se pedía algún examen complementario debía estar muy bien fundamentado.

Me pregunto ¿cuánto de curativo tenía ya ese tiempo de contacto personalizado? ¿Cuánto de curativo el “tocar” a la persona enferma? ¿Cuánto de curativo como ese estar de Doña Elena, en la casa de la niña, a su lado, toda la noche y sosteniendo su mano?

VIII

MEJOR QUE PREVENIR ES GANAR EN SALUD

Dialoguito en el campo....

- Está muy bien eso que vos decís, Julio, “mejor es prevenir que curar”

- Sí, claro...

- Pero... ¿hasta cuándo vamos a seguir atajando penales?

- ¿Cómo atajar penales?

- Y sí... porque eso de prevenir y prevenir siempre, es como atajar penales.

- ¡Atajar penales!

- Eso… Vienen las diarreas o vienen las hepatitis, corriendo a hervir agua, viene el sarampión, corriendo a vacunarse, viene el cólera, corriendo a poner cloro al agua... y ¿por qué no nos preguntamos el por qué vienen estas enfermedades?

Lo que nos hacía ver la doña es que solamente con “prevenir”, no estamos cuestionando “el modelo” que provoca enfermedades. Esto es “atajar penales”.

Preguntarnos el porqué vienen las enfermedades nos lleva a cuestionar el modelo civilizatorio en que estamos inmersos.

Este dialoguito concluyó aceptando que en tanto exista la influencia de este modelo dominante, es vigente que “mejor que curar es prevenir…”

Sin embargo, “mejor que prevenir es ganar en salud….” Esto es cuestionarnos la cotidianeidad de nuestro estilo de vida consumista. Esto es ya “hacer goles”.

IX

LA LECCIÓN DE VIDA DE DOÑA SANTA

El 9 de octubre del 93 “cae” sábado. Las “doñas” de Fortín Olmos, allá en la “Cuña Boscosa” del Chaco Santafesino, están convocadas a celebrar un cumpleaños.

¿Quién cumple años? ¡Dos años cumple el “costurero” de la zona! En realidad “costurero” se le llama al lugar de encuentro de los grupos de mujeres quienes, además de coser prendas y confeccionar vestuarios, se reúnen para charlar y hacer un montón de otras cosas como compartir nuevas recetas de cocina, remedios caseros, reconocer plantas y mucho más.

Desde la mañana tempranito vienen llegando las mujeres desde distintos parajes. La parroquia, que es el lugar físico del encuentro, posee un tentador patio con muchos árboles y muchas plantas.

En la cocina se está preparando el almuerzo. En el salón ya luce la torta con sus dos velitas.

Las mujeres comienzan a conversar acerca de las plantas que van encontrando en ese patio y de sus propiedades para ayudarnos al cuidado de la salud. Forman grupos. Las reconocen. Arrancan algunos gajos de plantas cuyas hojas son usadas para hacer infusiones. Los sujetan con cinta engomada sobre papeles y allí van anotando las propiedades que cada una conoce acerca de esas plantas.

Mucho entusiasmo y risas. Observo que una señora anciana que estaba en uno de los grupos, se aparta y se sienta a la sombra de uno de los árboles... sola.

Antes del almuerzo se improvisa “un plenario”. Se exponen todos los “papelógrafos” compartiendo el reconocimiento de las plantas, sus propiedades y maneras de administrarlas.

Nuestra señora anciana permanece en silencio.

Viene el almuerzo... Antes del postre se prenden las velitas de la torta y se canta el “cumpleaños feliz”.

Otra vez todas las mujeres y los pocos varones que participamos, nos vamos al patio bajo los árboles.

Mario, el doctor del pueblo pide dar una charla acerca de la meningitis, ya que se escucha mucho por la radio sobre esta enfermedad, dado que se están registrando muchas personas que enferman en la Provincia y en el país.

Antes de despedirnos alguien solicita que también hable “Don Julio”. Me limito a manifestar mi alegría por tanta sabiduría de las doñas allí presentes acerca de las plantas.

Ya que están presente numerosas chicas jóvenes, les ruego que se ocupen para que ese conocimiento no se pierda, que pregunten a sus abuelas, a sus tías, a sus mamás.

Nuestra anciana no ha perdido palabra de todo lo expresado por el doctor Mario y por mí. Levanta su mano y le dice a quien coordina:

- Yo quiero decir algo, doña Nildita...

- Por supuesto doña Santa, cómo no.... adelante!

Y lo que relato a continuación es una adaptación muy abreviada de algo de lo muy mucho que doña Santa nos compartió por unos cuarenta minutos... Todas y todos la escuchamos en silencio y con mucho respeto...

“Esta mañana, cuando vi que las doñas hablaban de las plantas quise contarles algo de lo mucho que me enseñó mi padre... pero... vi que algunas mujeres se reían y entonces, yo, Doña Santa, “me cosí la boca”.

Pero lo que dijo el doctor Mario y lo que dijo Don Julio, me anima a hablar...

En primer lugar no es cosa de agarrar una planta así no más y arrancarla. No. Las plantas son seres vivos que hizo Dios al igual que a mí y a todos nosotros.

Tenemos que tratarlas bien, hablarles, pedirles permiso si vamos a tomar algo de ellas para curar a alguien. Explicarles para quién es y porqué les vamos a pedir una hojita, o un cogollito o una flor…

Hay que saber muy bien qué parte vamos a tomar, si es una planta que tiene menos de cinco año o más, o si es de las que debemos tomar una parte de ellas por la mañana, antes que el rocío se vaya, o es de las que tenemos que pedirle su partecita por la noche...

Tampoco es cuestión de hacer “un té para el hígado”... ¡No!... ¿Es el hígado el que funcional mal? ¿Y qué le pasa? Y sobre todo, ¿por qué está mal? ¿Qué estamos haciendo con nuestras vidas?

No es cuestión de vivir de cualquier manera, comer cualquier cosa y si uno se siente mal tomar un té y luego seguir haciendo lo mismo...

¿Le hacemos caso al Sol? ¿Nos levantamos y nos acostamos con él? ¿Qué hacemos cuando nos despertamos? ¿Damos gracias por estar vivos como hacen los pajaritos cantando? ¿Abrazamos los árboles?”

Y así doña Santa sigue desgranando conocimientos sobre la alimentación, sobre las relaciones entre las familias y los vecinos, sobre los estilos de vida saludables.

El tiempo pasa sin sentirlo... Y a la final nos dice:

“...hay una cosa que no sé… que no aprendí: leer... yo no sé leer...”

X

MIS PRIMEROS CUARENTA AÑOS

El 31 de Julio de 2002, celebré “mis primeros cuarenta años”... ¡40 años de médico! Es algo así como “hacer arqueología y paleontología juntas”.

Es que el 31 de Julio del año 1962 rendía en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, “Clínica Médica”, la última “materia”. El tribunal lo presidía el Dr. Julio César Loto.

Con gruesos pincelazos, comparto paisajes que dejaron en mi ser interior algunas de aquellas vivencias vivenciadas alrededor de esa fecha y que hoy las re-vivencio.

Acompañar a la persona enferma

Era “jovencito” estudiante de medicina y empleado en una fábrica (en aquellos tiempos habían fábricas...) Era uno más entre los 5500 obreros que trabajábamos desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde en esa fábrica que producía aviones, automóviles, motocicletas, tractores, paracaídas, herramientas e instrumentos ¡Siete fábricas en una y era propiedad del Estado!

Un día de un invierno muy crudo, recuerdo que llegó a nevar en esa ciudad “mediterránea” de Córdoba (lo cual rara vez ha ocurrido), “caí enfermo”, fiebre, tos, decaimiento general.

Consulté con quien era mi Jefe de Trabajos Prácticos en “Patología Médica”, el Dr. Emilio Kuschnir. Me examinó, me dio medicamentos y me ordenó estar en cama.

Ante mi sorpresa me visita al día siguiente a la humilde casa que alquilaba en un barrio estando “recién casado”. Y al día siguiente otra vez su visita. Al tercer día me visita nuevamente y yo sintiéndome mejor le expreso con timidez “por favor, no se moleste más”.

Emilio, parado al pie de mi cama, me mira a los ojos y me dice llamándome por el apellido como se estilaba en “esa época”:

“Monsalvo, recuérdelo por vida: Ud. va a ser médico y si asume la responsabilidad de atender a una persona enferma, debe acompañarlo hasta el final del proceso.

Y así Emilio fue todos los días, por una semana completa hasta que “me dio el alta” y me autorizó volver al trabajo.

Código de Ética

Tengo ante mi mesa un pequeño librito. Se titula “Código de Ética” En su primera página se halla una nota: “Aprobado por la Confederación Médica de la República Argentina en el año 1953”.

En la página siguiente, se destaca con gruesos trazos de tinta negra: “Sr. Julio Monsalvo”, hay un sello de la Cátedra de “Medicina Legal” y la firma de su titular el Profesor Miguel Emilio Mercado y de sus dos adjuntos (no recuerdo en este momento sus nombres) Una fecha: Marzo 23 de 1962, el día que “aprobé” dicha materia,.

El Profesor Mercado regalaba el Código de Ética a cada estudiante cuando aprobaba el examen final.

Su firma está al pie de la siguiente leyenda:

“Colega: que no falte este libro en tus manos cuando se intente comprometer la dignidad de tu estado de médico”

Se inicia con la trascripción del “Juramento Hipocrático” y luego le sigue la “Fórmula de Ginebra” (aprobada en la 2da.Asamblea General de la Asociación Médica en 1948) en uno de cuyos párrafos expresa:

“Aun bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad”

Estas mismas palabras forman parte del artículo 1º.

Me pregunto cuántos médicos y médicas y otros profesionales de la salud habrán recordado este Código cuando participaban “asesorando” a los torturadores en Argentina y en toda América Latina

¿Cuántos lo tienen en cuenta trabajando para organizaciones industriales y militares con experimentos que son contra la vida: bombas bacteriológicas, manipulación genética, y tantas otras que no tiene como fin el bienestar de la Humanidad?

Los cinco pasos

Había una serie de “materias” que se cursaban en contacto directo con personas enfermas: “Semiología”, las “Patologías” y las “Clínicas”.

Se los llamaba “pacientes” (hoy se los sigue llamando así cuando no “clientes”... signos del neoliberalismo y de la influencia del “modelo del norte”) Personalmente me resisto a esta denominación, aspiro que la persona sea “un haciente” de su propia salud.

Estas materias tenían un “hilo conductor”: “los cinco pasos”.

El primero de ellos era lo que técnicamente se llamaba “anamnesis o interrogatorio”. En realidad era conversar y conversar bastante sobre lo que siente la persona, cómo lo siente, desde cuándo, la historia personal, familiar, dónde vive, cómo es su casa, su familia, si se ha mudado, dónde nació y mucho más.

El segundo era “la inspección”: mirar y mirar mucho. Cómo están sus cabellos (quebradizos, secos, grasos), las uñas (color, curvas), el color de la piel, de las conjuntivas, de las encías, la circulación venosa, lunares, mirar y mirar. Todo tenía un significado.

El tercero, la “palpación”. Se trataba de tocar. Tocar el tórax, el vientre, palpar los pulsos (el pulso en la muñeca, en el cuello, en la ingle, en el pie). No sólo contar las pulsaciones, era percibir su ritmo, si era blando o duro.

El cuarto, la famosa “percusión”. Se golpeaba con un dedo el dedo de la otra mano y era necesario estar atento para diferenciar cuando el sonido de hueco pasaba a macizo. No existían fibras o marcadores pero sí lápices especiales que se llamaban dermográficos. Con dicho lápiz se iba marcando el paso de un tipo de sonido a otro y así quedaban dibujadas las siluetas cardíacas, del hígado, del bazo, de los riñones.

El quinto paso era la “auscultación”. Escuchar con el oído directamente o con el aparatito llamado “estetoscopio”. Escuchar los latidos del feto en el vientre de la madre, escuchar los latidos del corazón, el paso del aire por los bronquios, escuchar ruidos en el vientre.

No podía faltar pesar y medir la altura de la persona con quien tratábamos (determinar su superficie corporal y si se trataba de un niño, verificar esas medidas con las gráficas de crecimiento, como así también evaluar su desarrollo). Nunca se dejaba de “medir” la presión sanguínea arterial con sus valores de máxima y de mínima.

Estos pasos demandaban alrededor de una hora de estar e interactuar con la persona enferma (y si se trataba de una niña o de un niño pequeño con el familiar que lo traía, casi siempre la mamá) Además se debía escribir con letra clara todo lo registrado. Se trataba de “hacer la historia clínica” con toda prolijidad.

Todo esto, a juicio de nuestros profesores, debía ser suficiente para arribar a un diagnóstico.

Si uno pretendía “el sexto paso”, llamado en general “exámenes complementarios”, debía ser muy bien fundamentado explicando el porqué no fueron suficientes esos cinco pasos previos e indispensables.

Ese sexto paso podría ser un determinado análisis (“un” análisis) una determinada radiografía, un electrocardiograma o electroencefalograma y en realidad no había mucho más.

Hoy escucho casi constantemente el comentario “la doctora o el doctor... no me tocó...” y me pregunto si ese hacer medicina en aquellos tiempos, en forma personalizada, conversando, mirando, tocando, escuchando, ya esa relación no era de por sí un acto de sanación.

Las recetas magistrales

Las clases de “Farmacología” era conocer el mecanismo de acción de cada monodroga. Se nos exigía un buen uso de las “recetas magistrales” escribiendo con letra clara después del clásico “Rp” del recetario. Se nos contaba que “Rp” es cuando el médico le dice al farmacéutico: “reciba”.

Conocí a varios farmacéuticos de barrios y de pueblos que elaboraban jarabes, sellos, pomadas, indicadas por los médicos. Era una elaboración personalizada, con nombre y apellido para la vecina o el vecino. ¡Medicina y farmacia personalizada!

Me reencuentro años después con mujeres campesinas que fabrican sus pomadas con grasas e hierbas medicinales, jabones, jarabes y otros remedios caseros, con “nombre y apellido”, pensando para quién lo está haciendo: “cargando energía afectiva”, nos dicen, “rezando mientras la hago”.

Historia Clínica de mi Nacimiento

Don Julio Pereyra es un hombre cuyo aspecto demostraba severidad. Era el Profesor de Clínica Obstétrica. Una de sus exigencias era que cada comisión de estudiantes cumpliera una semana completa de guardia en la “Maternidad Nacional”.

La tarea encomendada era acompañar a las y los profesionales en la atención de embarazadas, en los consultorios externos, y estar junto a las profesionales obstétricas (en ese tiempo eran todas mujeres) en la atención de los partos normales.

La “guardia” era “sagrada”. No se podía salir de los límites del hospital.

Un día descubro en la dirección una estantería que cubría toda una pared desde el piso al techo. Se destacaban gruesos volúmenes encuadernados en cuero y con lomo rojo. Con tipos dorados se destacaba en cada libro un año diferente.

Se trataba de las historias clínicas de todos los partos acaecidos en ese año. Inmediatamente busqué el tomo que correspondía al año “1938”. Una vez en mis manos ubiqué el “2 de mayo” y leí, con todo detalle, cómo se desarrolló mi propio nacimiento!

Constaba todo lo que ya mi madre me había contado, los nombres de los profesionales y las vicisitudes por las que atravesó hasta que decidí dejar ese seguro lugar para zambullirme a la fascinante aventura de vivir este ciclo planetario.

Cuidados intensivos personalizados

Pocos meses antes de rendir “esa última materia” logré que las autoridades de la Fábrica, dada mi condición de estudiante avanzado de medicina, me transfirieran del taller al hospital de 60 camas que funcionaba dentro de la fábrica que atendía a los obreros y a sus familias.

Allí me hicieron “pasear” por todos los servicios. Entre ellos “Cirugía y Traumatología”. No existían las llamadas “unidades de terapia intensiva”. Armando Saucchelli, a quien ayudaba en sus operaciones, luego de una gran intervención, por ejemplo, la resección de un estómago, se quedaba, y se quedaba toda la noche con “los chicos” que hacíamos la guardia.

El enfermo iba a una habitación acompañado de un solo familiar, y el cirujano frecuentemente se levantaba y controlaba el estado de su operado y el cumplimiento de sus indicaciones.

Un grande de la Pediatría

Alberto Chattás era el profesor titular de Pediatría. Sus clases magistrales un lujo. Con voz enérgica nos describía los síntomas y las alternativas terapéuticas de las distintas enfermedades de la infancia con la solvencia y la sabiduría de quien realmente “hace medicina todos los días”,

Chattás tenía algo que lo distinguía entre todos los 36 “profes” titulares que teníamos en esos tiempos: fue el único que nos daba constantemente una visión social y humanística de la medicina.

Exigía sobre todo que supiéramos tratar correctamente una diarrea y aquellas otras enfermedades como las neumonías que aun siguen cobrando tantas vidas de niños.

Recuerdo siempre una enfática afirmación suya: “los mejores médicos son los que tienen que estar en los consultorios periféricos”.

Fue uno de los precursores de la terapia de rehidratación oral en nuestro país.

Nos hacía hacer prácticas de consultorio en una “villa” periférica y en la cocina del hospital preparando las comidas para los niños internados.

Su influencia fue decisiva para que, ya graduado, procurara especializarme en Pediatría. Los cursos de postgrado que daba Chattás desde la Cátedra me dieron el principal sustento teórico para lograr mi anhelo.

Años después, nos hicimos muy amigos. Yo me fui al Chaco a trabajar con el pueblo Qom y siempre me apoyó en mis búsquedas, tanto en la pediatría social como en el sanitarismo, en una fase posterior.

Algunos recuerdos del amoroso tejido de la Vida en mi relación con el Dr. Chattás:

Yo tenía no más de cuatro años. En una “sala de espera” mis padres me tenían envuelto con una frazada.

Chattás sube por una escalera, me mira y exclama; “ya está hecho el diagnóstico, este chico tiene un sarampión”

Años después, ya pediatra, en un congreso de la especialidad, regalé a mi Profesor y Maestro la receta que en esa oportunidad entregó a mis padres.

Mi madre me comentó que al día siguiente de nacer, en la maternidad nacional, fue Chattás el pediatra que me revisó.

Un día leo las “Memorias” de un señor que entre otras cosas relata cuando su único hijo, allá en la década del 30, se enferma gravemente. Acude a un eminente pediatra quien le diagnostica “neumonía doble” y que sólo resta esperar ocho días. Desesperado acude a un segundo pediatra quien afirma lo mismo. Va a un tercero y se encuentra que el también famoso pediatra se halla de viaje por el exterior, y su consultorio es atendido por un joven médico llamado Chattás.

Y el señor de las “Memorias” nos cuenta que el joven Chattás le dice: “es neumonía, es grave, pero la vamos apelear...”y que va todos los días a su casa y que él mismo aplicaba las cataplasmas hasta que el niño se curó.

Cuando leo esto le escribo a Alberto y le pregunto sobre la eficacia de las cataplasmas. En su respuesta me dice: “...en aquellos tiempos las cataplasmas eran eficaces porque ellos y nosotros creíamos en las cataplasmas... como ahora ellos y nosotros creemos en los antibióticos...”

Hoy, cuando viajo a Buenos Aires, lo visito para contagiarme de la juventud de sus vigorosas 94 primaveras!

XI

LA EVALUACIONDELTAXISTA

Raras veces voy a un hospital. Estoy en una pequeña ciudad capital de una provincia. Debo hacer una consulta laboral a un compañero que trabaja en el hospital “grande” de esta ciudad.

La entrevista fue breve. Pregunto la hora ya que en este hoy mío ya no uso reloj. Tomo conciencia que tengo la posibilidad de hacer otro trámite.

Para ello debo acudir a los servicios de un taxi.

Como en todo hospital grande hay una parada donde a toda hora se hallan vehículos disponibles.

Abordo el primero de la fila.

En esta región, es costumbre de sentarse al lado del conductor y se entablan charlas. A veces se comparte el mate o el tereré (mate frío en épocas de mucho calor)

El compañero conductor es un hombre maduro. Me cuenta que el vehículo es de su propiedad.

- ¿Y lleva mucho tiempo en esta profesión? Le pregunto

- ¡25 años señor! Y siempre en esta parada…

- ¡No me diga! ¡Si habrá visto Ud. muchas situaciones de muchas personas!

- Sí señor! Imagínese... 25 años trayendo enfermos al hospital… y cuando salen, los llevo de vuelta a su casa más enfermos aún!

XII

El Médico-Yuyo y el Doctor del Hospital

En esta tarde de un primaveral sábado, estamos bajo los árboles en un monte en El Espinillo, al norte de la Provincia de Formosa, participando de un Encuentro de reconocimiento de plantas.

En estos encuentros la inmensa mayoría de los concurrentes son mujeres.

Sin embargo, cuando comenzamos a recorrer el monte, se destacaba la personalidad de don Genaro Cabañas, alto, serio, conocido popularmente como “Pelé”

Y cuando habla…bueno…todas y todos callan. Es que “Pelé sabe” y nadie quiere perderse palabra. Es que todas y todos saben que es “médico-yuyo”, además de un reconocido dirigente campesino.

Ahora, después del almuerzo se genera una gran expectativa porque nos va a contar cómo procede cuando trata a una niña o niño con el “camby rirú yeré”, esa diarrea que “los doctores no pueden curar”.

Hace una muy didáctica dramatización con una niña que tiene en sus brazos un muñeco. Me asombra al ver cómo hace los masajes. Son los mismos que nos enseñaron Aura y Rosy, dos compañeras de Nicaragua que nos visitaron hace un año mas o menos.

En un momento Pelé nos presenta a su niño menor de 13 años.

“Este niño que ustedes ven aquí, tuvo el “camby yeré” Mi esposa viajó a Formosa y yo me quedé en el campo con mis otras hijas e hijos. Un buen día me llega un radiograma avisándome que el niño estaba mal.

“Voy a Formosa y me dicen que está en el Hospital “Madre y Niño”…¡Miren qué mal empezamos…! hospital de la madre y del niño,¿y los padres? Bueno, me dicen que tenía que comprar un suero y que no podía ver a mi chico. Como yo sé mis derechos exigí pasar... Apenas lo vi me di cuenta que tenia el “camby yeré” y sabía que allí no podían curarlo. Pedí retirarlo y no me dejaban. Como sé mis derechos me fui a hablar con el Director.

“-¿Qué te pasa Pelé?

- Quiero retirar a mi chico porque tiene el camby yeré.

- Pero no me vegas con esas cosas en guaraní que no existen…”

Pelé hace una pausa, nos mira a todos y nos dice: “¡Qué lástima que los profesionales no nos escuchen! ¡Cuántas cosas aprenderían!”

La conversación siguió tensa hasta que al final el director le exige firmar un papel en donde él se hace responsable como padre si el niño se muere…

-“Muy bien doctor… ¿y Ud me va a firmar un papel en donde Ud se hace responsable si lo dejo aquí en el hospital y se muere?”

Pelé sacó su niño, lo llevó a casa de una tía “que sabe mucho más que yo…Y aquí lo tienen, hoy tiene 13 años…”

Después los participantes reflexionamos y los comentarios más relevantes se refieren a la amabilidad y la paciencia con que el “médico-yuyo” trataba a esa mamá con su niño.

“¡Tan distinto alos doctores!”dicen… y nadie dice “las doctoras”

XIII

LA GRIPEDELA HERMANA

Se está preparando un Encuentro Popular de Salud para el domingo, en una localidad del norte argentino. Varias conversaciones telefónicas con quien vamos a llamar Hermana Sara que vive a unos 100 Km. del lugar del evento.

Por allí me cuenta que la Hermanita Rosario que vive con ella está muy engripada. A tal punto que no se puede levantar “ni para hacerse un te”.

Llega el sábado y nos reunimos “el equipo” para reflexionar y ultimar detalles para mañana. Me extraña la ausencia de la Hermana Sarita. Me cuentan que no va a venir porque está enferma con una gripe “que la volteó a la cama”.

Ya estamos en domingo y para mi sorpresa llega un vehículo manejado por la Hermana Sara transportando unas cinco mujeres.

La veo bajar muy arropada, con gorro, bufanda, sacos, medias gruesas….

- ¡Pero Hermana!, la saludo, ¿Cómo has venido estando tan engripada?

Muy afónica, con voz que apenas se oye, me responde:

- Es que no podía fallarle a mis mujeres, Julio…

Se inicia el Encuentro y ahora estamos almorzando. La Hermana Sara está a mi lado y me comenta lo “feo que es sentirse enferma…”

- Fijate, me dice, no me podía ni levantar en estos días, ni para hacerme un te… La Hna. Rosario me traía un caldo a la cama. ¡Qué feo sentirse inútil…!

La miro… Unos instantes de silencio….

- Oye Hermana, cuando el otro día hablábamos por teléfono me contaste que eras tú quien le llevaba el te a Rosario, pues estaba en cama…

- Sí, me acuerdo….

- Y tú cómo te sentías?

- Y bien, por supuesto… le estaba ayudando a mi compañera…

- ¿Y por qué te sientes mal ahora cuando eres tú quien recibe la ayuda?

Y se entabló una linda larga charla sobre el dar y el recibir, sobre el cómo damos, cómo hacemos sentir a la otra persona cuando damos algo… y sobre cómo recibimos….si nos animamos a pedir…. Y también sobre el por qué nos sentimos mal cuando nos ayudan…

XIV

“NO EXISTEN LAS PLANTAS MEDICINALES...”

Mediados de diciembre del 95... Los participantes de un Curso sobre Medicina Tradicional en el Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara, nos trasladamos a Santa Isabel de Las Lajas, cuna del recordado cantante Benni Morey, llamado “el Sonero Mayor” de Cuba.

Al lado de su casa natal se levanta un templo de la religión Ifá, considerada como la más antigua, ya que tuvo su origen en Sumeria, pasó a Egipto y de allí al continente africano.

La invasión europea a este continente también impuso la diáspora africana y con ella llega la religión Ifá a Cuba.

Vamos a participar de una especial celebración recordando la liberación de los esclavos.

Finalizada la inolvidable ceremonia de la cual todos nos sentimos partícipes, el Babalao, el sacerdote principal, nos invita muy amablemente a visitarlo esa tarde a su casa en Santa Clara.

En su vida civil el Babalao es un profesional del Derecho y Profesor en el mismo Instituto donde estábamos estudiando.

Nos recibe en la sala en donde nos muestra un altar, piedras, libros en idioma egipcio. Nos dice que todo eso no es suficiente para ser Babalao, pues además “se reciben telegramas desde arriba...”

De pronto nos asombra con esta afirmación:

“No existen las plantas medicinales... todas curan... hay que saber cuál y cómo darlas a quien las necesita en ese momento...”

Fines de abril del 96... Me hallo en Misiones participando de un encuentro sobre “Agricultura Orgánica”. Se acercaba el jueves 2 de mayo, día de mi cumpleaños. Había decidido celebrar mi vida en uno de los tantos bellos rincones de esa Provincia para meditar en soledad.

Unos días antes una compañera me invita a visitar una aldea guaraní. Me entusiasmo ya que hasta entonces nunca había visitado una de ellas. Le digo que sí y me dice “Vamos el jueves...” Un cambio en mis planes...

Ese día dos de mayo, recorriendo fascinado esa aldea, apreciando un cuidado muy especial de todo el entorno, limpieza, un clima de respeto y distensión, mujeres lavando sus ropas teniendo el cuidado de hacerlo aguas abajo de los manantiales...

Imprevistamente nos encontramos con un señor anciano sentado sobre un tronco... Era el Cacique y el Paí... No siempre se da que una sola persona tenga estas dos funciones...

Nos acercamos... Vamos percibiendo que se trata de esas personas que irradian luz en su rostro...

Nos saluda, nos invita a sentarnos... habla muy poco... Nos cuenta de lo sabio que es levantarse con el Sol y acostarse con el Sol... que una de sus tareas es recorrer la aldea cuando el Sol se pone, para asegurarse que todos los niños están en casa con sus padres... pues así como en el día hay personas buenas y malas... de noche hay espíritus buenos y malos... Largos silencios...

De pronto alza su rostro hacia el cielo y contemplando las copas de los grandes árboles, nos dice:

“No existen las plantas medicinales... todas curan... hay que saber cuál y cómo darlas a quien las necesita en ese momento...”

Un mensaje cósmico. Desde entonces procuro evitar la expresión “plantas medicinales” y con respeto hablo de estos maravillosos seres vivos que son las plantas...

XV

BABA NAM KEVALAM

Estoy en Porto Alegre participando del Foro Social Mundial. Es el sábado 2 de Febrero de 2002. Múltiples actividades se anuncian en un voluminoso periódico que se hace prácticamente imposible leerlo en su totalidad.

Nancy, compañera del Uruguay, me comenta que mañana a las 5 de la mañana se realizará un acto ecuménico por la Paz.

Allá vamos… Llegamos al Anfiteatro Por-do-Sol apenas pasadas las 5 de la mañana. Paulatinamente la amplia explanada se va llenando de gente de todas las edades... todos estamos sentados en el suelo...

Participar de este acto a eso de las cinco y media y prolongarse hasta las ocho y treinta me hace tomar conciencia que estoy teniendo en realidad la primera experiencia verdaderamente ecuménica en mi vida… una celebración ecuménica plena.

En la década de los 70 había participado de muchos “actos ecuménicos” Sin embargo se trataba de actos con la presencia de iglesias exclusivamente cristianas. Católicos progresistas, ortodoxos y evangélicos de diversas iglesias llamadas “históricas”.

Aun están las sombras de la noche… Pienso que es la hora del “Koembotá” de los guaraníes, que es cuando el amanecer viene despuntando… Me dicen que es cuando el día aun no es día y la noche aun no ha dejado de ser noche…

Cae la lluvia…. Nadie se mueve….Más tarde todas y todos coincidimos que la sentimos como un rito de purificación.

Escuchamos, vemos, participamos de celebraciones de ritos de diversas religiones. Budistas, Islámicos, Hinduistas, Cristianos, Afros. Una meditación de Frei Betto, nos invita a caminar y a meditar sobre este caminar en la oscura noche neoliberal de América Latina y que ya vemos con esperanza el amanecer de un mundo diferente.

Se canta, se agradece a la Tierra, a la Brisa, al Arco Iris (las primeras luces del amanecer nos regala un gran arco iris).

Hace un par de meses Sara Itkin y Gustavo Placente, me regalaron un cassette con una música especial cantada por Kamala y acompañada de arpa y chelo. Se titula “Baba Nam Kevalam”, voz sánscrita que significa “Amor es la esencia de todas las cosas”

Hice varias copias para distribuirla entre amigas y amigos muy queridos. Por correo había enviado una de ellas justamente a Nancy que está a mi lado.

Un grupo de religiosos orientales, todos vestidos con atuendos de color naranja y que habíamos visto meditar horas en silencio por la Paz el día antes en uno de los grandes y concurridos espacios de la Universidad, elevan su voz... “Baba Nam Kevalam”, nos enseña una sencilla danza y todas y todos nos unimos... en el canto y en la danza... cerrando así las vivencias de este instante de comunión por un mundo diferente!!! Nos abrazamos y nos tomamos de la mano!

XVI

NIÑAS Y NIÑOS

7 años tenía cuando lo de Hiroshima...

Apenas 7 años tenía yo...lo recuerdo perfectamente... era el 6 de Agosto de 1945... En el círculo religioso que frecuentaba mi familia, protestantes fundamentalistas, se decía que el presidente norteamericano Harry Truman, “un creyente”, había orado y después de esa oración ordenó que se arrojara la bomba atómica sobre Hiroshima...

En ese ámbito, conla notoria influencia de “misioneros” anglosajones, se celebraba ese hecho porque era “muy necesario”... pues si no era así, Japón no se rendía decían...

No entendía qué querían decir... No entendía como era ese “dios” que tan clarito le había dicho a Truman que arrojara la bomba...

A los pocos días, el 9 de Agosto, leo que se arrojó una segunda bomba atómica..., esta vez sobre Nagasaki... En ese entonces todos los días se compraba el periódico en mi hogar y yo era un constante lector...

Y allí... se encendió la llama de la rebeldía... Nadie me podía convencer de que esa segunda bomba era necesaria...

Les decía, “si es así ¿por qué tiran la bomba sobre la gente? ¿por qué no demuestran que la tienen y la arrojan en la mar?” Claro, en esos tiempos aun no tenía conciencia de que lo mismo se mata la vida arrojándola sobre el mar.

No pasó mucho tiempo que leía las noticias de múltiples pruebas atómicas subterráneas y en el mar, realizadas por estadounidenses, ingleses, franceses, rusos… Y ya me enojaba.

Apenas siete años tenía y recuerdo cómo ese círculo religioso influía en las niñas y en los niños. Niñas y niños a quienes los misioneros nos llamaban “nativos”...

El diario “Crítica” de Buenos Aires, en su edición del 8 de Agosto destaca dos grandes titulares:

“La bomba mató 100.000 nipones”

“Ha desaparecido toda vida humana, animal y vegetal en la zona de Hiroshima”

La foto con el hongo atómico tiene este increíble subtítulo:

“Un sol estalló sobre Hiroshima”

... el Sol...el Inti... respetado y venerado por nuestros pueblos originarios que lo identifican como fuente de energía vital... Ese “sol” sobre Hiroshima fue de tinieblas y de muerte.

Días antes de este crimen, exactamente el 16 de Julio, EEUU hace estallar su primera bomba en el desierto de Nevada.

Dos días después, Stimson, el secretario de guerra norteamericano, en Postdam, donde estaban reunidos Truman, Churchill y Stalin, se acerca con este mensaje:

“Acaba de nacer el niño. Todo marcha bien”

Macabras paradojas. Este uso de las palabras nos debe llevar a la reflexión de cómo se las usa actualmente.

Dejo mi testimonio de esa nefasta influencia “religiosa”, pues las jóvenes generaciones deben saber que en segundos se sesgaron más de 100.000 vidas en cada ciudad y que centenares de miles sufrieron y aun sufren las consecuencias de la radiactividad.

Hoy se siguen arrojando armas atómicas sin el hongo atómico. Los misiles con “uranio empobrecido” dispersan micropartículas de plutonio desparramando enfermedades y muerte...

Y otra vez escuchamos justificativos de ciertos sectores religiosos...

En 1989 se reunieron 75 personas que recibieron el premio Nobel para tratar el armamentismo, el subdesarrollo y los fanatismos religiosos.

El nigeriano Wole Soyinka, premio Nobel de literatura 1986, expresó:

“...el fanatismo religioso se ha convertido en el enemigo más implacable de los derechos fundamentales de la humanidad”

La memoria no se debe perder y cada 6 de Agosto nos debe ayudar a centrar nuestros sensopensares en la Vida!!!

Todo el Planeta Parque Nacional

Mamá, Papá, Nena y Nene, la familia toda paseaban a los abuelos que los estaban visitando por al zona del Lago Aluminé, en la Provincia del Neuquén. Era el verano del 97.

En un momento dado la Mamá le dice al Papá que podríamos ir al Lago Ñorquinco, ya que los abuelos no conocen.

El abuelo que en todo viaje siempre anda obsesivamente con un mapa, enseguida lo mira y exclama:

“Ah! Pero ese Lago está dentro del Parque Nacional Lanín! No tenía conciencia que llegaba tan al norte…”

Andrés de apenas 7 añitos, sumamente curioso, paradito atrás, con sus dos manitos sosteniéndose de los asientos, pregunta de inmediato:

“¿Parque Nacional? ¿Qué es Parque Nacional?”

El Papá en tanto maneja responde con infinita paciencia pregunta tras pregunta…

¿por qué no se puede cortar las plantas? ¿tampoco las flores?¿por qué cuidar que no quede fuego prendido? ¿por qué no tirar la basura en cualquier lado?

Tras varios minutos parecía que ya había finalizado el largo listado de los “¿por qué…?”

Y mirando a todos, Andresito dispara la última preguntita (que no tuvo respuesta):

“Entonces…si es así… ¿por qué no sacan una Ley declarando a todo el Planeta Parque Nacional?”

La inteligencia de los animalitos

Estamos en Mendoza en este Octubre del 97… Una veintena de chicas y chicos estudiantes de diversas Facultades de la Universidad Nacional de Cuyo, llevan a cabo unas atípicas Jornadas.

Se trata del “Rol social de la Universidad”. Nada de salones. Fueron 29 talleres en diversas comunidades con temas solicitados previamente por la vecindad.

Estamos en uno de esos talleres participativos. La conversación se deriva a nuestros sentires con todo lo que nos rodea. Una joven señora nos dice del dolor físico que experimenta cuando alguien corta una flor.

Otra de las participantes, una joven abuela aun treinta añera, quiere contar lo ocurrido el día anterior con su nietita y la perrita que ella misma le ha regalado:

- Abue! Abue! Mirá…Yo llamo Niki! Niki! y mirá, viene corriendo a dónde yo estoy..

- Pues claro m’ijita…es tu perrita…ya te conoce…te quiere…

- No Abue…es que cuando yo le hablo ella me entiende…Y mirá, cuando Niki me habla, yo no la entiendo….Mi perrita es más inteligente que yo…

Solidaridad Infantil

Estoy recorriendo la Patagonia en este Enero del 2000. Llego a un pequeño pueblito para visitar a una amiga que en este momento es médica única. Ha salido a visitar una persona enferma.

Con esa amabilidad tan especial de las comunidades pequeñas, la enfermera del pequeño hospital no me deja solo. Me da conversa. Me deleito contemplando a su pequeña hija Flor de ocho años, que anda traveseando por el pasto silvestre, que nos regala un verde estival especial, a orillas de un hermoso lago.

Muy conmocionada me cuenta que una vez por mes debe “bajar” a Bariloche por compras y también para visitar al papá de la niña que trabaja allí.

Cada vez que va al “supermercado”, Flor “quiere de todo”. Parece que en la última visita estaba especialmente antojada: muñequitos, caramelos, galletitas, chocolates, juguetitos, etc. etc.

La mamá se puso firme y le advierte que ya está, basta… que no le comprará ni una cosa más…

Sin embargo, a la salida demanda un molinito de celuloide de colores que ofrece un vendedor ambulante al costo de un peso.

“No... ya basta… suficiente…ni una cosa más…”

Flor llora, llora mucho y la mamá muy firme.

En medio del llanto se acerca un niño muy humilde, descalzo, que se pasa horas en la puerta de ese comercio ofreciendo ayudar a llevar los paquetes a cambio de algunas monedas de propina.

Ese niño, cuyo nombre no se registra, se acerca a Flor con mucha ternura…

”No llores más por favor… mira… yo te doy un peso para el molinito”

Y le coloca en su manito la monedita dorada con el escudito y rodeada del anillo plateado… ¡La moneda de un peso!

Por supuesto que Flor, feliz, volvió a su casilla llevando su molinito…

XVII

COMPARTIRES

Estamos en una tarde nubladita de este mes de Julio del 76. Transcurre mi primer día en el Oeste chaqueño.

Recorro la institución ecuménica donde vine a trabajar. Llego a la carpintería.

Me recibe un compañero que vino de Europa sólo a enseñar el oficio. Veo unos hermosos muebles fabricados por nueve jóvenes obreros de etnia Qom

Admiro estos trabajos tan bellamente realizados: Expreso mis elogios en tanto el misionero guarda silencio. En un momento, con mucha tristeza me dice:

“Esto no sirve para nada Julio…”

Ante mi asombro me aclara:

“Llevo aquí más de dos años. Estos muchachos aprendieron el oficio. Se les paga puntualmente. Además los vecinos del pueblo le encargan trabajos…y “no progresan”

- ¿…?

- Claro, tú aun no has ido al Barrio. Allí viven todos hacinados. Con mucha pobreza. La mayoría no trabaja. Y estos que reciben sueldo viven igual.

Me quedo pensativo.

Han pasado pocos días y ya estoy visitando ese barrio poblado por familias Qom. Veo las condiciones de vida precarias tal cual me las describió el compañero europeo.

Se me ha pedido realizar un “diagnóstico de situación, así que visito casa por casa y tomo nota cual si fuera un “censo”. Allí viven 62 familias distribuidas en 41 viviendas muy precarias. El total de la población es de 267 personas.

Se me ocurre preguntar quiénes reciben un sueldo fijo. Me responden: nueve obreros de la Carpintería, dos en el Municipio, y cuatro en el Hospital.

Todos varones excepto una mujer que trabaja de enfermera, la muy querida Josefina López.

Tomo conciencia que reciben sueldo quince personas, el 10% de un total de 146 entre 14 y 65 años que en estos tiempos le dicen “población económicamente activa”,

¡Descubro que este ingreso es para todas las familias del barrio!

Más adelante vivencio que este es el estilo habitual de vida. Todo se comparte: las hortalizas que se cosechaban, las nutrias que se cazan en el monte y los peces que se obtenían del río.

XVIII

EL PUEBLO QOM Y SUS NIÑOS

Hace poco menos de un que he llegado al Oeste chaqueño… Son los primeros meses del 77. Conozco al Pueblo Originario Toba Qom. Tórrida siesta manejando una camioneta por las “picadas” del monte. A mi lado el joven Rubén Rodríguez, mi indispensable traductor. Un excelente enfermero, destacado baciloscopista y también un infatigable agente sanitario.

Largos silencios. Ya había aprendido que sólo se habla cuando se tiene algo importante que decir. Por eso el tono de voz es bajo: habla una sola persona por vez y todos escuchan. Si alguien decidió comunicar algo es porque los considera valioso y por ello todos escuchan atentamente.

Y si uno hace una pregunta es porque quiere saber. La persona que recepta la pregunta, valora que haya sido elegida para responder. Hay un largo silencio. Es que se está tomando el tiempo para ofrecer la mejor respuesta.

Transcurre el silencio en minutos y en kilómetros. Imágenes de vivencias en esos meses que llevo en la zona y que revivencio. De pronto me decido a hablar:

- Rubén...

- ¿Sí?

- Mirá lo que estoy pensando... Me has llevado a varias comunidades en el monte... y me estoy dando cuenta de algo...

- ¿De qué?

- Que nunca vi a una mamá o a un papá que le pegue a un chico...

- Pero... Julio... ¿Es que ustedes le pegan a los chicos?

Nos decía el querido amigo Jean Charpentier, sociólogo rural ya fallecido: “Cada uno descubre su cultura cuando descubre la del otro…”Cuestión de valores en una cultura y en otra... ¿O quizás nos damos cuenta de nuestros anti-valores?

Lo más bello en mi vida es el haber compartido y continuar compartiendo con personas, familias y comunidades de pueblos originarios del Nordeste argentino. Sus cosmovisiones de pertenencia al ecosistema local, el-ser-parte-de, se expresa en actitudes que responden a otra ética: el respeto a la vida. De ellos aprendí las cosas más importantes para mi vida. No por alguien en particular sino por el diario convivir.

Tengo el convencimiento que si somos los suficientemente humildes para permitirnos receptar, los Pueblos Originarios nos pueden enseñar otras formas de relacionamientos sociales, políticos, económicos y ambientales que al priorizar el respeto a la vida, son más justos y saludables.

XIX

CONMOCIONADO EN LA COMUNIDAD PILAGÁ DE RINCÓN BOMBA

Primeros meses del 2002, recién radicado en Formosa, Don Ramón Tapiceno me lleva a la Comunidad del Paraje Rincón Bomba, cerca de Las Lomitas.

Ramón Tapiceno es en este momento Director de la Etnia Pilagá en el Instituto de Comunidades Aborígenes.

Ya cuando supe que venía a Rincón Bomba todo mi ser comenzó a conmocionarse. Me dirigía a un lugar al cual quería especialmente estar desde el momento que conocí la historia de la matanza ocurrida en Octubre de 1947.

Ya llegamos y me siento anonadado bajo los algarrobos que fueron testigos del ametrallamiento de cientos de personas del Pueblo Pilagá por parte de la Gendarmería.

Tapiceno comienza contándonos cómo su abuelita logró sobrevivir escondiéndose en la cueva de un tatú carreta donde pasó la noche. A la mañana en medio de los cadáveres, ella pudo llegar a la comunidad de Campo del Cielo, a unos 60 Km.

También recuerda cómo su abuelito salvó su vida, gracias a Nicolás Curesti, un “doqshi” (persona no indígena) amigo de los pilagas que supo enfrentar a la Gendarmería.

Siguen las conmociones, ya que al contarme Tapiceno de sus abuelitos, viene a mi memoria un video que el querido Oscar Ortiz me supo mostrar allá por mediados de los 80.

Oscar era un comunicador popular apasionado en hacer visible el mundo de los Pueblos Originarios.

Se trata de un video sin procesar que el mismo Oscar filmó en Campo del Cielo, cuando el entonces Gobernador Floro Bogado hace entrega a la comunidad de las tierras en propiedad colectiva.

Era el primer acto de reparación histórica en la Provincia y probablemente en el país.

Revivencio el video. Se acerca Damián Suárez, el cacique. Todas y todos se sorprenden. El atuendo no es usual. Pinturas en su torso, bastón y plumas. No dice una palabra, firma, da la mano al Gobernador, toma los papeles y se retira.

Luego se conoce que la indumentaria era propia de un guerrero pilagá vencedor. Damián con nueve años estuvo presente durante el ametrallamiento en La Bomba y fue uno de los sobrevivientes.

En Junio de 1992, con motivo de los “500 años”, el Equipo Nacional de Pastoral Aborigen, perteneciente a la Iglesia Católica, convoca a un grupo de dirigentes de diversos pueblos originarios para que cuenten cómo ven a los blancos, y para que compartan su visión del mundo.

El querido amigo Gabriel Mendoza, viviendo con su familia en Pampa del Indio, Chaco, comprometido con el Pueblo Toba Qom, estuvo en ese Encuentro y me regala la degrabación de algunas intervenciones.

Recuerdo una de ellas, la de José Rivero Salazarm del Pueblo Pilagá, contando lo siguiente;

“...las costumbres del Pilagá aun se conservan... no puede ver a otra familia necesitada.

Hay personas ajenas que consideran que el indígena no valora su dinero, porque lo presta y no lo reclama.

Cuando un hermano está necesitado y me pide diez pesos, yo le doy. Sé que no me lo va a poder devolver porque es muy necesitado y además no tiene “changa” ni nada. Me pide prestado pero él no va a poder devolver ese dinero.

Una vez se me acercó una Hermana religiosa y me dijo que a ella le parecía mal lo que hacía. Pero nosotros no podemos insistir en que me devuelvan una cosa que presté.

La Hermana me decía:

- Mirá José, vos estás haciendo muy mal. ¿Por qué no reclamas tu dinero? Por eso una persona trabaja con tanto sudor. ¿Cómo puedes despreciar así tu plata?

Yo no respondí en forma rápida. Sólo me sonreía, porque sé que la gente blanca todavía no ha entendido lo que es la cultura Pilagá, las costumbres nuestras.

Pero la Hermana me insistía y me insistía con su reproche. Al fin tuve que decirle:

- Mirá, lo que yo le doy a mi hermano, para mí no es un desperdicio, sino algo que estoy haciendo por amor. Yo siento que a la persona muy necesitada que me pide fiado no tengo que seguirle insistiendo en que me devuelva la plata porque yo sé que mi hermano no la tiene. Llegará el momento en que la persona misma, cuando pueda me la devolverá. Entonces la persona se sentirá liberada.

Por eso en la antigua familia Pilagá no existía ni rico ni pobre. Todos compartíamos la comida por igual. Esta forma de convivencia la hacemos hasta en la actualidad.

Pero ahora no tenemos más espacio, no tenemos más las tierras de antes, porque la tierra es privada. Se alambraron los montes, los charcos, los ríos, los esteros, entonces esa parte es privada.

Pero el indígena aun mantiene su forma, su costumbre....”

XX

¿RESCATAR? ¡NO! ¡RECEPTAR!

¡Qué feliz se la ve a la Hermana Liliana! Estamos en este Encuentro de Salud Popular en el Instituto San Martín de Porres, en Santiago del Estero, hoy martes 28 de marzo de 2000, comenzando el nuevo siglo!

¿Por qué tanta felicidad de Liliana? Es que llega de una reunión con compañeras de la Congregación. Nos cuenta que una de las Hermanas, al finalizar le pregunta: “Tanto tiempo que te conocemos, has estado en un montón de lados aquí en Santiago, pero, ¿en qué parte de Santiago naciste?”

La Hermana rebosaba de felicidad, ya que la consideraban de ese Santiago que ella tanto ama… habiendo nacido en el porteñísimo Barrio de La Boca.

Se presenta como “carmelita calzada”, y levanta sus pies mostrando que usa unas lindas sandalias.

La Hermana Liliana nos asombra enseñándonos reflexología podal. Tengo el privilegio que trabaje con mis pies y es maravilloso como su mano va conociendo todo mi organismo, hasta los más pequeños problemas.

Nos cuenta que cuando alguien acude para que le practique reflexología siempre pide que lo acompañe algún familiar o persona amiga. Así le enseña cómo hacer.

“Yo soy docente”, nos dice, “no se me amontona gente para atender”

Cuando alguien le pide que lo atienda, pregunta si no tiene una hermana, o una hija, o alguien cercano, para enseñarle cómo ayudar a la persona…De esta manera multiplica su saber y hacer.

Yo había compartido una reflexión sobre las “5 R” para el diálogo intercultural: Respetar, Rescatar, Revalorar, Re-Crear, Resolver.

Muy feliz estaba yo con mi “esquema”, cuando la Hermana nos sacude a todos con esta reflexión:

“¿Quiénes somos nosotros para ‘rescatar’? ¿Rescatar qué?¡Todo está allí! Lo que tenemos que hacer es vaciarnos para recibir, para receptar la sabiduría, los valores, para receptar las vida!”

XXI

“PERTENEZCO POR LO TANTO SOY…”

Casi 1500 personas provenientes de 94 países de todos los continentes estamos en Savar, Bangladesh, participando de la I Asamblea Mundial de Salud de los Pueblos.

En el escenario, en esa mañana, está integrando un panel Aleyne Watene representante del Pueblo Maorí, de Aotearoa que es el nombre de la hoy llamada Nueva Zelanda.

Allí está, con voz firme y muy orgullosa portando la bandera de su Pueblo. El Pueblo Maorí, perseguido, dentro de un plan de exterminio, sin embargo está hoy ha resistido, sigue resistiendo.

En un momento nos dice:

“Yo no sé de dónde salió el dicho ‘Pienso, luego existo’, no nos gusta, comparto lo que dice mi pueblo: Pertenezco, por lo tanto soy”.

Me emociono. Es lo mismo que me enseñan los Pueblos Originarios del Norte argentino.

Otra constatación: en todos los pueblos originarios hallamos un profundo sentido de pertenencia al Cosmos y de allí su actitud respetuosa de todos los procesos de vida.

Notable contraste con la cultura occidental que se siente ajena a la Naturaleza y la enfrenta! Y así nos va...

En el mundo de hoy pasan cosas y cosas muy diferentes, estando presentes estas esperanzadoras vivencias y la vigencia de pueblos, comunidades, grupos y millones de personas que no renunciamos a los proyectos de vida.

Agradezco a la Vida que me llevó a conocer a los Pueblos Originarios,

de ellos aprendí a desaprender

para aprender las cosas más importantes para mi vida personal.

Y sobre todas las cosas, me ha regalado

recuperar el sentimiento que soy Naturaleza

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