Cartas que salen del cuerpo » Nro. 368: Solidaridad Alimentaria - 13/05/19

Última actualización: 13/05/2019

Carta 368: 13/05/19

SOLIDARIDAD ALIMENTARIA

 

Nuestros queridos amigos, Vanesa Fernández y Martin Pelegrín, jóvenes médicos generalistas, nos cuentan de sus vivencias en una convivencia con una comunidad zapatista en Chiapas:

Tan esencial a la vida es la equidad que se expresa, que en una de las conversaciones con un adolecente en la comunidad, este nos expresó muy sorprendido: “¿En la ciudad hay muchas personas que tienen que comprar para comer no?”  Y se asombra al escuchar que hay personas que no tienen donde vivir.

El relato de nuestros amigos, trajo a mi memoria determinados hechos con lógicas diferentes de producción: alimentos para alimentar solidariamente o alimentos para lucrar.

        Hace unos años visité una finca dedicada a la producción de frutas en el sur de mi país.

Me llevé sorpresas. Primeramente el criterio para fumigar. Muy cuidadosos de no utilizar productos prohibidos en EEUU, cuando la fruta era destinada a la exportación. Para el mercado interno no era tan riguroso.

Algo similar en la elección de las frutas: personas dedicadas a seleccionar las de mejor aspecto para la exportación. El resto para el consumo interno.

Me asombré que muchos cajones eran guardados en cámara frigorífica… a la espera de mejores precios…

En contraste, recuerdo un grupo de familias de la Isla Guayacantí, en Formosa, que fueron invitados a llevar sus productos a una Feria Franca del Instituto Provincial de Asistencia Integral para el Pequeño Productor Agropecuario. Aceptaron entusiasmados “para ayudar, porque sabemos que en la ciudad hay hambre…”

En un humilde barrio de la ciudad de Formosa, mujeres que elaboran roscas y pan con semillas, cuya venta les significa un pequeño ingreso, comparten solidariamente sus saberes con sus vecinas, en Encuentros de Salud Comunitaria.

También acuden a mi mente, escenas que presencié en un grupo de mujeres del Distrito Aguablanca, de Cali, Colombia Por la escasez de tierra, sembraban en sus patios y terrazas en los más diversos recipientes; cajones, macetas y tarros entre otros,. La cosecha de perejil, cilantro, tomate, zapallo y otros, se compartía. 

En cierta oportunidad, un técnico de una ONG, sugirió que podrían organizarse para la venta. La respuesta fue contundente: “Lo que sembramos aquí es tan valioso que no podemos venderlo, sólo compartirlo”.

 Muy significativo que el grupo se autodenominara “Patios Solidarios”.

¡Signos de la Cultura de la Vida que nutren con Esperanza nuestro espíritu!

 

        ¡Hasta la Victoria de la Vida Siempre!

        Julio

 

 

 

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