Medicinas Tradicionales, Naturales y Bioenergéticas » Posibilidad y Necesidad de una forma alternativa de Pensar La Salud

Última actualización: 17/06/2009
Curso Anual de Terapia Neural y Pensamiento Alternativo
Bogotá, Agosto de 2001

Posibilidad y Necesidad de una Forma Alternativa de Pensar la Salud

La posibilidad de plantearse una manera diferente de pensar y actuar en salud, como es el camino de quienes buscamos hacer Terapia Neural, exige que reflexionemos sobre el significado de nuestras prácticas cotidianas, que nos preguntemos por las motivaciones e intenciones profundas de nuestro caminar, y que hagamos un intento por entender de dónde vienen nuestras convicciones, prejuicios, actitudes, temores, sueños y maneras de soñar; con la tranquilidad de quien se observa sin enjuiciarse, para conocerse y crecer. De eso se trata la siguiente presentación, una invitación a pensarnos por nosotros mismos alrededor del tema de la salud, algo en lo que generalmente no nos detenemos, por obvio, por afán o por costumbre, pero que no por ello deja de ser necesario y en estos momentos urgente y vital.
 
Hoy es justo y necesario darnos el gusto y ejercer el derecho de pensarnos por nosotros mismos, decidir a conciencia y caminar por convicción propia; para así poder aproximarnos a la honestidad y a la coherencia, y lograr vivir con intensidad cada charla, cada consulta, cada curación y cada amanecer. La mayoría de nosotros nos hemos limitado a repetir lo que otros piensan, a defender lo que otros defienden y a negar lo que otros niegan; por eso la invitación es a construirnos libres, a sentirnos íntegramente autónomos y a interactuar por decisión propia, ya que estamos convencidos que sólo así nuestros encuentros y nuestro vivir se hacen realmente felices.
 
Hay dos ideas inseparables e indispensables para emprender nuestro propósito: Primero, todo conocimiento, incluyendo el de la ciencia y el de la medicina, depende de las condiciones en que se produce, condiciones sociales, culturales e históricas por ejemplo, lo que significa, que hay diferentes maneras de conocer sin que ninguna sea mejor que otra, simplemente que producen realidades diferentes; es decir que lo que en nuestra cotidianidad nos resulta tan obvio y tan factible, pudiera no serlo si nuestra mirada y nuestras creencias fueran otras, por lo tanto no existe una sola realidad, sino múltiples realidades dependiendo de quién y cómo se relacione con ella; Y segundo, siempre que pensamos, decimos o actuamos nos encontramos afortunada e irremediablemente en una posición determinada, es decir que lo hacemos desde una concepción específica, parcial, incompleta y limitada; de ahí la necesidad de reconocerla para entender sus fronteras y sus posibilidades. 
 
Toda práctica y discurso llevan en sí una perspectiva de sociedad, ciencia y ser humano determinada, incluyendo las prácticas y discursos de la medicina ortodoxa y de las medicinas alternativas. El pensamiento médico forma parte de la manera como el ser humano se relaciona consigo mismo y con su entorno, la cual se expresa entre otras cosas, en los planteamientos de otras disciplinas, en la forma de entender la política, en la economía, en la cultura, en la cotidianidad, en los planes de desarrollo, en la organización de las ciudades y pueblos, en las relaciones entre las personas, en nuestros sueños y miedos; es decir que el pensamiento médico forma parte de la manera como vivimos, sentimos y pensamos. Todo sistema médico es producto de una historia y una sociedad que lo justifica y lo valida, y la ciencia y los modelos sanitarios se conforman y comportan de acuerdo con los paradigmas de la sociedad en la que se encuentran; por eso para reformularse lo médico o lo científico, necesariamente debe llegarse a lo social y a lo político. Desde esta perspectiva, no es posible hablar de medicinas (facultativa o alternativa) sólo como técnicas o formas diferentes de curar, es necesario entenderlas como maneras de pensar investidas de maneras de hacer, y eso es precisamente lo que deseamos compartir en esta oportunidad, una manera diferente de pensar la salud, que se expresa en unas técnicas diferentes para curar.  
 
La medicina facultativa u ortodoxa surge como parte del desarrollo de lo que de una manera muy general puede denominarse pensamiento de Occidente, el cual se constituye como la principal base de nuestras ideas, reflexiones y sentimientos cotidianos y académicos; y como el orden y el abecedario a partir del cual construimos nuestros conocimientos tanto profanos como científicos. Esta forma de pensamiento se consolida desde la época del Renacimiento en Europa (siglos XV -XVII), y se encuentra directamente vinculada a procesos económicos como el Capitalismo y la Revolución Industrial, políticos como la Revolución Francesa, y sociales y culturales como el desarrollo de la Modernidad. Sus pilares filosóficos son el Positivismo, corriente que motiva a aceptar sólo lo que se puede medir, cuantificar y percibir con nuestros cinco más evidentes sentidos, y el Mecanicismo, que supone que todo en el universo puede mirarse desde una sola racionalidad, puede fragmentarse como las piezas de un reloj, y puede predecirse porque nada se sale de unas supuestas leyes generales que determinan tanto el cuerpo como la sociedad. Esta forma de pensar que sobrevalora lo racional, fue desestimando todo aquello que la lógica no logra explicar, como lo subjetivo, la magia y la intuición. Esta historia fue protagonizada por pensadores como Descartes, Bacon, Copérnico, Newton y Laplace entre muchos otros, y surgió inicialmente como reacción al pensamiento medieval que subestimaba la razón humana para darle predilección al poder de lo divino.
 
El Modelo Médico Hegemónico (medicina facultativa u ortodoxa), se entiende entonces como "el conjunto de prácticas, saberes y teorías generadas por el desarrollo de lo que se conoce como medicina científica, el cual desde fines del siglo XVIII ha ido logrando dejar como subalternos al conjunto de prácticas, saberes e ideologías que dominaban en los conjuntos sociales, hasta lograr identificarse como la única forma de atender la enfermedad, legitimada tanto por criterios científicos como por el Estado"[1]. Existe toda una organización social, ideológica, económica y política que fortalece dicha hegemonía, mediante la exclusión de posibilidades de ver y actuar diferentes, y mediante la aceptación y construcción de ideas que avalan y justifican el mismo modelo médico. Probablemente por esa razón se acepta con tanta facilidad, en casi todas las disciplinas y en casi todos los ámbitos de nuestra vida, esta forma hegemónica de pensar y de actuar. Es importante anotar que la hegemonía no implica la inexistencia de diversidad ni de formas diferentes de pensar y de sentir, por el contrario, prácticamente la hegemonía de un modelo lleva consigo formas de resistencia que llenan de esperanza el camino y hacen posible su transformación y replanteamiento.
 
Este Modelo Médico Hegemónico establece como principales parámetros para entender y actuar sobre la salud y la enfermedad los siguientes: a) biologismo, ahistoricidad y asocialidad, es decir que reduce a los individuos a su dimensión física aislándola de toda condición social, histórica y espiritual, b) concepción de la enfermedad como ruptura, desviación y diferencia, y de la salud como normalidad estadística, c) práctica curativa basada en la eliminación del síntoma, d) relación médico - paciente asimétrica, de subordinación social y técnica del paciente, e) la salud - enfermedad como mercancía y tendencia inductora al consumismo médico, f) medicalización de los problemas, y g) identificación ideológica con la racionalidad científica como criterio manifiesto de exclusión de otros modelos. En general, se trata de una concepción mecanicista del ser humano, que lleva, entre otras cosas, a las inconsistentes separaciones entre las partes de un todo, entre la mente y el cuerpo, y entre el individuo, la sociedad y el universo; a la búsqueda de certidumbres y de verdades absolutas; a la creencia en la causalidad lineal como única forma de relación; y a la subvaloración de la subjetividad.
 
El modelo de pensamiento occidental, del que forma parte la medicina como constructora y como receptora, así como ha llegado al máximo de su desarrollo y de sus posibilidades, ha entrado en una justa y necesaria crisis; la cual se evidencia en muchos espacios: las Ciencias Sociales, las Ciencias Naturales, la política, la cultura con movimientos como la ecología y el feminismo, y por supuesto la medicina. La ortodoxia y la racionalidad cartesiana necesitan renovarse, aceptar la existencia de otras racionalidades y otras posibilidades, esta es la propuesta de muchos en diferentes espacios y disciplinas. Para escritores como Sábato: “asistimos a una quiebra total de la cultura occidental. El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación”. Es importante tener en cuenta que esta crisis, que puede entenderse como un intento por un “cambio de paradigmas”[2], no implica la negación de la forma de pensar anterior, ni se trata de considerarla inservible y desecharla, sino de cuestionarla mediante el análisis de sus limitaciones y posibilidades en el espiralado camino del pensamiento; camino que probablemente nos llevará a la construcción de nuevos paradigmas que permitan la relativización de conocimientos y de formas de conocer. 
 
Es así como entendemos que la crisis actual del sistema médico no puede ser atribuida simplemente a la deplorable situación económica en la que nos encontramos, junto a ella hay una manera de pensar y responder a los problemas que ya no ofrece soluciones reales, y una forma de concebir la salud y la enfermedad que entorpece la posibilidad de superar la crisis. Por eso es tan importante entender esta crisis por fuera de los límites de la medicina y en relación con las transformaciones y replanteamientos que desde el siglo pasado están ocurriendo tanto en el ámbito social y político como en el científico y académico. 
 
Uno de los avances más grandes de este siglo y que permiten la crisis del pensamiento de Occidente fue descubrir que los sistemas biológicos no se ajustan a las leyes de causalidad lineal, ya que son cambiantes, impredecibles y dinámicos; la física cuántica, la termodinámica y la biocibernética demuestran que el determinismo y el mecanicismo son insuficientes para explicar lo vivo, y que es necesario cambiar la lógica de pensamiento e incluir conceptos como la probabilidad. Frente a la visión mecanicista de partes aisladas que al unirse forman un todo, se plantea la visión holística de sistemas, que permite entender que no es posible la objetividad absoluta ya que el observador interactúa sobre lo observado.  Según estos descubrimientos, somos y estamos inmersos en sistemas de alta complejidad con capacidad de autoorganización que no se pueden dividir en partes ni ser detenidos, ya que las propiedades y conductas del todo emergen de la relación de sus partes. El enfoque cartesiano entonces se ve obligado a aceptar la duda, la complejidad y la incertidumbre, abandonar el dogmatismo, y permitir el diálogo con otras racionalidades. 
 
También en las Ciencias Sociales surgen replanteamientos importantes relacionados con esta crisis del pensamiento; se presenta una tendencia hacia la lucha contra la globalización, la homogenización, la generalización de los derechos, deberes e ideas, y a favor de las singularidades, las diversidades, la autonomía y los saberes y lógicas propias de cada sociedad, individuo o cultura; así como un replanteamiento muy serio de la objetividad absoluta planteada por el positivismo y los pensadores clásicos, para reconocer la no separación entre sujeto y objeto en la investigación; esta tendencia que aun no se ha generalizado, ni es totalmente entendida y aceptada por la academia, explícitamente se ha vinculado con los esfuerzos y replanteamientos de las Ciencias Naturales y de la física cuántica.
 
La forma de pensamiento que surge se puede resumir a partir del siguiente conjunto de parejas de conceptos, no necesariamente opuestos, sino esencialmente diferentes porque justamente son expresión de mentalidades o formas de entender y relacionarse con el mundo diferentes: Frente a la especialidad – universalización, frente a las estructuras fundamentales – manifestación de procesos subyacentes, frente a resultados - procesos, que el organismo gane experiencia, sabiduría que trascienda, frente a la idea de que el fin justifica los medios – los medios justifican el fin, frente a homogenizar, uniformar e igualar – otredad, singularidad, frente a imposición y hegemonía– solidaridad, frente a la competencia – cooperación, frente a la autoafirmación – integración, frente a la expansión – conservación, frente a la cantidad – calidad, frente al dominio – asociación, frente al pragmatismo – epistemología, frente al activismo – compasión, frente a los objetivos preestablecidos y el control – diálogo, y frente a la irracionalidad – racionalidades.
 
En esta lucha por romper y subvertir lo obvio, para construir seguramente nuevas obviedades, participan pensadores de muchos campos, dentro de los cuales se encuentran médicos, chamanes, teguas y brujos. Los llamados “nuevos paradigmas” no constituyen simplemente una alternativa o una opción a los planteamientos de “viejos paradigmas”, no son una propuesta para poner a discusión de científicos o académicos; son el camino que sigue, que urge, que se requiere. Así como a pesar de nosotros el pensamiento se transforma, es de estos "sentipensares" pequeños, individuales y compartidos como el que hoy proponemos, que emerge la transformación; por eso no es una lucha descomunada del bien contra el mal, de los héroes contra los villanos, ahora no, la historia y la vida son testimonios de la inminente realidad de la ruptura con el mecanicismo; tampoco se trata de esperar un mañana mejor que hoy, la posibilidad, la esperanza, y la felicidad están en el presente, con las luchas por la coherencia, los esfuerzos del pensamiento, y los asombros.
 
Desde esta mirada, compartida en general por las medicinas alternativas, la enfermedad tiene un sentido para la vida del sujeto y del universo entero, no se entiende como un fenómeno causado por algo, sino como parte interdependiente del proceso vital de los seres humanos, en relación con la sociedad, la cultura y el contexto entero en que cada uno se encuentra; forma parte de la capacidad de los individuos para encontrar su propio orden (autoorganización), y no responde a leyes ni principios generales, sino a las necesidades y posibilidades de cada singularidad. El organismo “hace la enfermedad” porque la necesita, y porque tiene conocimiento y poder sobre sí mismo. Por lo tanto el tratamiento consiste en estimular esa capacidad de autocuración de cada uno para ayudarlo a buscar su propio orden; lo que en el ámbito de lo social significa estimular la participación comunitaria real y efectiva para que cada comunidad con autonomía determine su propio camino. Esta primera idea, implica entender, a diferencia del mecanicismo, que las propiedades de las partes sólo pueden comprenderse en razón del conjunto, es decir que no hay partes sino red inseparable de relaciones, propiedades emergentes que no necesariamente reflejan el accionar individual; por eso el todo es diferente a la suma de las partes, y no es arreglando las partes por separado que se componen las partes o el todo. Estas relaciones son propias de cada singularidad, por lo tanto, a diferencia de la medicina ortodoxa en la que la terapéutica es construida para cada enfermedad, en las medicinas alternativas se trata de que sea para cada paciente, así como en lo social los proyectos son pensados y desarrollados por cada comunidad singular y autónoma. 
 
La relación del médico con el paciente así como la manera de responder a los problemas sociales, se transforma en la medida en que aprendemos a pensar y sentir de una manera diferente; el paciente y el médico van unidos de la mano recorriendo el camino de la incertidumbre, con solidaridad y esperanza, entrega a la vida y responsabilidad. Por eso lo que es alternativo no es la herramienta o el método, sino la concepción misma, el creer con el corazón que los seres humanos y las sociedades tienen poder y sabiduría que emerge del universo entero; se necesita reconocimiento, humildad, amor y sentimiento. La medicina alternativa se define entonces como: “el pensamiento y práctica de tipo médico social sanitario, contestatario y propositivo a la vez, holístico en su concepción, no hegemónico, intuitivo y científico, dialéctico y dialógico, revolucionario, humanista, individual e irrepetible, que devuelve al ser humano sus potencialidades y capacidades de autocuración y ordenamiento propio en su todo, y le permite una relación más armónica en su intimidad, con su comunidad social y con el Universo”. 
 
Para pensar y actuar en salud de una manera diferente hay que mirar al enfermo, a la sociedad y a la vida de otra forma, con otros ojos y eso sólo es posible con el replanteamiento de la racionalidad, es por eso que lo alternativo implica cambios trascendentales en la relación con nosotros mismos, confrontaciones, y construirnos diariamente para no caer en dogmas ni en principios inamovibles.
 
SANDRA ISABEL PAYÁN G.


[1] Según Eduardo Menéndez en su libro "Morir de Alcohol", Alianza editorial, México. 1990.
[2] Dice Khun en "¿Qué son las Revoluciones Científicas?": "Cuando se duda que el problema sea solucionable desde las teorías y reglas dominantes en la comunidad científica, se inicia un periodo de crisis que, en ocasiones acaba en cambio de Paradigmas."

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