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Última actualización: 15/06/2009

Los nuevos viejos esclavos

Carolina Cazaux
 
Dijo Ricardo Alancay, hablando de y desde Tilcara: “Aquí, nosotros, cuando nos fallan los seres humanos, miramos a nuestro alrededor, y el Sol, y el río, los cerros y toda... toda la Pachamama está en nosotros. Y entonces decimos que la influencia de unos cuantos seres humanos, no puede vencer a la gran influencia positiva de todo el Universo.”
 
 
Definitivamente, la esclavitud latinoamericana comenzó con el Rey Azúcar y continúa ejerciéndose disfrazada de neoliberaslismo, o más bien, neocolonialismo. Debajo de la máscara del “progreso” y de las “libertades”, asoma la vieja esclavitud y sumisión a la que fueron sometidos nuestros hermanos abya-yalenses. La misma tiranía de antaño es ejercida en nuestros días desde el poder económico mundial, donde ya ni Europa se salva de los latigazos.
La cultura de la procesadora ha introducido como ingredientes nuevos, la velocidad y la fragmentación. Como símbolo de nuestra época, las multiprocesadoras constituyen el electrodoméstico que toda familia tiene en su casa, desde las más ricas hasta las más pobres. Algunas más sofisticadas y otras más al alcance de los bolsillos, todas rallan, pican y baten, acelerando los procesos antes manuales. Nos permite ganar tiempo para cocinar, es cierto; sin embargo y sin quitarle mérito, las funciones de este aparato son íconos de la post modernidad que se alzan en banderas invisibles como parte de una “cultura” que esconde perversos valores vinculados a la velocidad y a la fragmentación.
Por una parte, la sobrevaloración de “lo veloz” en desmedro de “lo lento”, no sólo da una connotación diferenciada aunque inexistente en el lenguaje, sino que además evoca la idea de rapidez como virtud deseable para cualquier buen ciudadano. La parsimonia, ha quedado así relegada como patrimonio de los tontos y, en el mejor de los casos, de los santiagueños.
Por otra parte, “lo fragmentado” promete ser la papilla del futuro que acompaña al concepto de velocidad digestiva como facilitadora del proceso, evitando así la masticación para maximizar el tiempo que se tardaría en comer. Una variedad de purés enlatados para bebés se ofertan en las góndolas de los grandes supermercados invitando a las madres atiborradas de trabajo a alimentar a sus hijos sin necesidad de cocinar. Sin embargo, en estas “prácticas” papillas ya nada queda del pollo, la carne o el zapallo que ofrecen sino más bien una mezcla de sus restos, más saborizantes que “hacen parecer que”.
De la misma manera, la cultura de la procesadora pretende con la fragmentación global de las sociedades, triturar las culturas bajo su dominio para producir su papilla cultural homogénea y alimentarnos con ella. Irrespetuosamente ha impuesto sus productos culturales y su línea epistemológica, borrando de un plumazo la historia de los pueblos, sus tradiciones y su identidad cultural para legarnos, como otra de sus “virtudes”, una pasta de pensamiento enlatado que pregona una fácil y rápida digestión, que a su vez, conlleva escasa dificultad en su elaboración pues gran cantidad de ideas creativas se ahorran, aunque gran cantidad de billetes implique fabricarla. Así, las radios, las publicidades, la televisión, los diarios y las revistas, Internet, los alimentos, los discursos políticos, el método científico y la educación se han transformado en productos multiprocesados y predigeridos para ser engullidos sin dificultad.
Ambos ingredientes, velocidad y fragmentación, van ligados en forma complementaria a las ideas que esta neocultura imprime sobre la noción de tiempo y materia, respectivamente. Aquél, nunca es suficiente porque todo ocurre a velocidades ultra rápidas: los movimientos geo-políticos y sociales, los cambios económicos, el recambio de productos tecnológicos, los descubrimientos científicos o los vínculos humanos pasan tan velozmente delante nuestro que no llegamos a ver nada, pues tal velocidad crea el escenario ilusorio de una multiplicidad de hechos novedosos, donde sólo cambian las formas y su complejidad, conservando en sus entrañas las mismas funciones que le dieron origen. Un hecho en sí mismo, carece de sentido si no es posible contextualizarlo; y a su vez, al ubicarlo en contexto emerge su función. Es así que muchos hechos sociales se cargan de sentido y son funcionales al actual contexto que este paradigma ofrece, mostrándose en apariencia como hechos nuevos, son en realidad el remanente mustio de otras épocas y que al pasar tan rápido nos crean la ilusión de novedad. Entonces, qué diferencia una Inquisición de una Dictadura, una colonización de una invasión, una guerra de otra, un genocida de un poder económico genocida o una esclavitud legalizada de una esclavitud espiritual legitimada socialmente.
De manera que, a estas velocidades, no hay tiempo para pensar, para cuestionar, analizar ni elaborar, y mucho menos, digerir simbólicamente estos procesos. Dilema fácilmente resuelto con la materia fragmentada, todo va a la Gran Picadora para proporcionar la comprensión de los tiempos modernos.
Asimismo, nos acerca al concepto de vacuidad, pues la liviandad de “lo light” es tan liviano que ha perdido materia y esencia. En este espectro de posibilidades se encuentran desde los alimentos con cero por ciento de grasa hasta las disciplinas con cero por ciento de sustento filosófico. Los lácteos han perdido colesterol y las ciencias naturales han perdido su propósito o razón de ser, tornándose menos “naturales” y menos “ciencias” en tanto se han alejado de un verdadero y respetuoso conocimiento de la Naturaleza.
Se ha dicho por ahí que han muerto los ideales en esta época, incluso se ha intentado identificarla con la Era del “Fin de las Ideologías”. Aquellos genios intelectuales que se han encargado de difundirlo, o se han creído realmente eso o defienden, tras ese discurso, la ideología mecanicista y tecnócrata que sustentan la cultura procesada. Lo cierto es que no sólo siguen vivos los ideales de un mundo mejor sino también, y como contrapartida, la ideología que pretende demostrar que han muerto los ideales. Porque es también ideológico sostener un pensamiento fundado en esta muerte. Porque si las ideas de quienes soñábamos con un mundo distinto y de quienes han dejado su vida por ello, si esas ideas realmente han desaparecido, entonces nada queda por hacer más que someterse al avance de la “técnica” por sobre las “ideas”. Y ésta ha sido tan sólo una de las forma de subyugar a los pueblos, pues aquello que pretende disfrazarse de puramente “técnico” (como las economías, las políticas de Estado o el método científico), encierra en su esencia un modelo ideológico y hegemónico de dominación que atenta contra todas las libertades y progresos que la Vida ofrece. 
Es posible que este mecanismo haya servido y sirva aún para algunos managers de modelos políticos y económicos, que se pasean por las pasarelas en desfiles organizados para unos pocos elegidos; pero no es el mecanismo que usa la Vida, porque ella plantea otro escenario y otros entretelones, porque transcurre a otra velocidad, porque Ella integra en lugar de fragmentar, porque incluye a todo ser vivo y jamás excluye a nadie, porque está al alcance de quien quiera verla y conocerla sin esconder nada, porque es creativa y no repetitiva, y porque es capaz de armar y desarmar para construir y re-construir sin necesidad de destruir.
Pareciera sencillo pero no lo es: esta procesadora inmensa nos está picando cada vez más chiquititos sin que nos demos cuenta. Las cuchillas giran y giran sin parar fragmentándonos en diminutas partes conformando una mixtura en la que nos cuesta encontrarnos. El ser humano ha sido divorciado de la Naturaleza y de sí mismo, y rompiendo los lazos naturales con la Vida, ha quedado bailando solo a un ritmo que no es el suyo y viviendo a una velocidad ajena a su sentir.
Quienes pusieron el dedo sobre el botón de este aparato se están dando la gran panzada y relamiéndose de su buen provecho en esta orgía económica, en tanto Latinoamérica sigue sangrando y ya no sólo por sus venas sino por todas partes. El exterminio de pueblos y culturas se acompañó de explotación y sometimiento de la Tierra, y hoy también es ella, la Madre, la que sangra. Puede verse en los climas, en las mal llamadas catástrofes naturales, en el agua, en el aire y en las cosechas. Jamás la Madre gritó tanto como ahora.
Esta nueva versión de la Conquista no es más que la cola de la anterior. Tiene forma diferente pero la misma esencia. Antes, se impuso por la brutalidad física y hoy por la “modernidad” estructural de pensamiento. Hoy es el mercado de consumo el Amo de nuestros tiempos y cuenta con cada vez más esclavos. El Hombre sometido de hoy se encuentra virgen de antepasado y así nuevito, transita su vida con una Educación que reproduce la misma perversidad de la que es víctima: coartada en su necesidad de pensamiento crítico, sistematizada y estructurada de tal manera que impida la elaboración constructiva sobre aquello que se desea conocer, regida por un modelo reduccionista y una lógica positivista que se traducen en mayor fragmentación y menor amplitud para leer y comprender el mundo circundante.
No es un hecho menor que la Parte sea más importante que el Todo, pues esta idea encierra la réplica fiel de un modelo social individualista y alejado del bien común. De tanto dividir y separar en partes, se ha perdido la noción del conjunto y con ello, a la Educación se le ha escapado su objeto de estudio y al Hombre su integración social. De igual modo, la lógica positivista coopera en esta miope visión reducida a pedacitos, mostrando una realidad parcializada de la Vida y vinculada a mediciones, especulaciones y resultados como únicos objetivos deseables y observables, olvidando no sólo el sentido común y la intuición como fuentes de conocimiento y aprendizaje sino también, desmereciendo el proceso como camino creativo en la construcción de un saber. Este enfoque resultadista tiene su representación social en la búsqueda permanente del éxito en todas sus formas, pues éste promete la felicidad propia de un verdadero winner. Y entre ganadores y perdedores, vencedores y vencidos y exitosos y fracasados, transitan con metas fijas este Hombre y esta Educación un camino que no miran, y casi que “el fin justifica los medios” se desprende de esta lectura entrelíneas. Así es cómo el Amo ha encontrado la forma de penetración ideológica más poderosa y menos evidente.
Existen, sin embargo, dos máscaras de esclavitud en nuestros días que, indefectiblemente pertenecen a una sola y que consiste en creer que las proyecciones de las sombras son las sombras. Así, los nadie-excluidos-marginados pasan sus vidas intentando dejar de serlo bajo el látigo invisible que los somete para explotarlos mientras les grita que no lo logran porque “no quieren” pero que “la posibilidad, la tienen”. Y por su parte, los incluidos pasan sus vidas intentando no dejar de serlo, amarrados a cadenas invisibles que los incentiva a moverse hacia las manos de quienes sostienen el látigo.
Tan grande es la dicotomía que ninguno es capaz de ver la misma esclavitud en ambas situaciones y que no es más que la ausencia de libertad de elección. Los unos, por querer pertenecer, y los otros, por querer pertenecer aún más; y ambos, sustratos y productos de un sistema que se retroalimenta a costa de la verdadera Libertad de Elección, la que concibe la Vida en su vasta expresión. ¿Cómo es posible que hayamos perdido nuestra memoria genética? ¿Acaso dónde se enseña que en nuestros genes están también los de la primer célula del Universo? ¿Cómo es que no sabemos que somos un puñado de átomos flotando en el Cosmos? La memoria de toda la evolución del Planeta está en cada una de nuestras células y vivimos desmemoriados, olvidando que somos parte de él y que somos Vida también. El sometimiento cultural, político y económico han existido y se mantienen, pero soñar la Libertad es nuestro compromiso con la Vida, y concretarla, nuestra responsabilidad como Humanidad.
Sin embargo, inmersos todavía en la esclavitud, canjeamos Libertad por extensas jornadas laborales que nos permiten obtener préstamos para comprar autos que nos consumen el aire; muebles impregnados de Tierra desnuda; televisores de plasma y homes theatres que nos ahorran no sólo la entrada al cine sino también la salida a la calle plagada de peligros e inseguridad, encerrándonos puertas adentro para protegernos; casas con alarmas y rejas que garantizan seguridad; computadoras súper veloces y memoriosas que nos conectan con la red mundial para no enterarnos de nada; teléfonos móviles que adelgazan palabras y desvinculan los vínculos.
La trampa que esconde este canje hace agua por todas partes y de tan sumergidos ni sacamos la cabeza para respirar. Casi ahogados y exhaustos de trabajar para comprar y pagar todo lo que no puede disfrutarse debido a la extensa jornada laboral, también se nos dificulta compartir momentos con amigos y familia porque no queda tiempo o estamos cansados por trabajar tantas horas. Entre tanto, cada vez más puertas adentro aislados del verdadero mundo circundante, que es nuestro barrio, nuestros vecinos, nuestros vínculos humanos, en fin, todo aquello que nos transforma en seres sociales, vamos trocando las únicas necesidades vitales que no pueden comprarse por ficticias necesidades creadas por el mercado que perpetúan la esclavitud impuesta.
Tan salvaje es esta modalidad consumista que también consume vidas despiadadamente: a muchos se les va la vida trabajando para alcanzar bienes materiales tan innecesarios como la cantidad de horas invertidas en lograrlo, pues este tipo de consumo no tiene límites ni tope y funciona como saco roto para sostener el circuito y el flujo monetario. Entonces, para cambiar el auto, la computadora, el televisor, el celular, los muebles, la ropa, la casa y tantas otras cosas nuevas que aparecen como fetiches de la felicidad, el progreso y la libertad, muchos hombres y muchas mujeres transcurren sus vidas en pos de un confort que nunca es suficiente y siempre deja un vacío existencial.Sin embargo, estos “muchos” resultan ser la minoría mundial que sostiene la fachada, pues a la mayoría segregada se le va la vida alimentándose con las migajas y las sobras mientras las pantallas muestran aquel confort como salvoconducto para cruzar la brecha y acceder a aquellos bienes que jamás tendrán porque la copa siempre se derrama hacia arriba violando también, descaradamente, la Ley de Gravedad.
Y no sólo bienes materiales y vidas son consumidos sino también discursos de todo tipo: religiosos, científicos, políticos, económicos, ecológicos. Mientras tanto, la impunidad de quienes los fabrican brilla por su presencia esparciendo muertes en nombre de Dios; inventando enfermedades y remedios en nombre de la Salud; disolviendo Estados y silenciando culturas para conformar regiones comerciales en las que el gran mercado mundial pueda robar legalmente en nombre de la Globalización; pintando de color verde los discursos de grandes productores que exprimen el Planeta y, secando la Tierra van mojando sus bolsillos mientras hablan en nombre del Medio Ambiente del que apenas nos queda Un Cuarto. Y como si poco fuera eso, a medida que se proclaman acérrimos defensores ecológicos, comienza a vislumbrarse en sus pomposos discursos un modelo separatista y utilitario plasmado en la idea de un medioambiente externo al que se debe proteger para que no nos afecte.
De esto último, se desprende una gran mentira de múltiples aristas. En primer lugar, pretenden vestir de “externo” aquello que nos pertenece y de lo que formamos parte perteneciéndole también, con la única intención de excluirnos de la Naturaleza como si no bastaran ya tantas exclusiones. En segundo lugar, el “cuidado” del que se vanaglorian resulta ser parcial y selectivo, protegiendo aquellos sectores del Globo donde se encuentran los países ricos mientras se “descuidan” los sectores de países pobres transformándolos en grandes centrales de desechos, llamadas “basureros mundiales”, sosteniendo implícita la sentencia de enviar los desechos materiales junto a los desechos humanos. En tercer lugar, la rigurosidad con que “cuidan” el Planeta hace que no todas las partes de estos basureros se ensucien, pues son partes que aún tienen mucha materia prima y hasta que no se agoten, seguirán siendo las que les den de comer y les llene los bolsillos. Entre tanto, irán pensando cómo colonizar y conquistar otro planeta para cuando en este ya no haya tierra fértil, ni agua, ni aire respirable.
Este coletazo de Conquista ha dicho, igual que hace 500 años, “sus culturas, sus tradiciones y sus formas de organización socio-política no sirven, nosotros tenemos la solución y acá está lo que deben hacer”. Detrás de esto, alguien apretó el botón de la procesadora y comenzó la fragmentación que marcó el fin de milenio tan apocalíptico como lo predijeran las Páginas Sagradas.
Aquel Rey Azúcar que ha conquistado estas tierras latinas devorando cuanta forma de vida hubiese, exprimiendo la tierra y sus habitantes-hijos, lo han hecho movidos por la codicia y a costa de nuestra identidad. El azúcar, los minerales y cultivos fueron los jugos que jamás saciaron la sed, que tampoco se alivió con la sangre de nuestros pueblos.
Es hoy el Rey Consumo quien continúa aquella labor inicial hambrienta y sedienta de los mismos y otros jugos, y de la misma sangre. En el afán de acumular riquezas han creado millones de mercancías para vender, todas con su dispositivo de “utilidad” incorporadas que se dispara con el mero lanzamiento del producto al mercado, transformándolo en un bien imprescindible para la vida y creando así, una nueva religión que impone su dios y su rey, tornándolos incuestionables. De la misma manera que la Iglesia Católica, esta neo-religión monárquica se ha “institucionalizado” en alianza con el poder político, creando su Papado en un fondo común de comercio, distribuyendo sus Catedrales en las grandes ciudades como templos de consumo y predicando su Evangelio a través del discurso oficial basado en la Libertad del Hombre y el Progreso de la Humanidad. Así es que tiene esta monarquía sus iglesias y sacerdotes en los países “evangelizados”, donde ya han logrado erradicar la herejía e incrementar el diezmo.  
Los años 90 comienzan a concretar, finalmente, los planes que Papá Mercado tenía para Latinoamérica, esta región insurrecta que insistía con resucitar de las cenizas y que se ganó unas cuantas y largas dictaduras para domesticarse. Sin embargo, con la caída del muro de Berlín no fueron necesarias más dictaduras, pues pasaron a cumplir tal función los lacayos locales que alzando banderas democráticas nos hundieron en la ola primermundista de moda, acompañando al lema de “incorporación al reordenamiento mundial”. Bajo nuevas formas para “cuidar las formas” de la libertad que nos brindan, tortura-violencia-represión continúan siendo el látigo que sostiene y a su vez, retroalimenta al sistema. Solapada pero continuamente, sin prisa pero sin pausa, nos marca el paso. Antes, dolor físico y amputador de almas, acabó con más de una generación. Ahora sólo amputan almas que vaya a saber uno por qué pertenecen a cuerpos excluidos de la sociedad. Gurices, niños o chicos que jamás llegarán a adultos porque antes, los mata la calle o los escuadrones o el hambre; y los que lleguen, lo harán con años de miseria y violencia en sus mochilas. Adultos, hombres y mujeres, que han nacido y vivido bajo la esclavitud de no tener o la de querer tener o ambas y a los que les han arrancado su historia y sus raíces. Mayores que deberían ser guías y ya no están porque los han matado o los han silenciado o los han relegado y se han quedado con muchas cosas para decir y enseñar.
El desmembramiento de los Estados es hoy la consecuencia de rigurosas disecciones previas. Desde que los hilos del entramado social fueron cortados por diferentes medios hasta desembocar en la desconexión del ser humano consigo mismo, mucha agua ha pasado bajo el puente. Tanto la rápida expansión tecnológica en sí misma como su modus operandi ideado por el dueño del látigo y la procesadora, han sido y continúan siendo la olla donde se cocina esta papilla que tenemos hoy. Es así que partiendo de los cambios en las formas de producción se inicia un efecto dominó que aun no llega a voltear la última ficha.
Los primeros resultados de la incorporación tecnológica en la producción de “males de consumo” y bienes de todo tipo, desde materiales hasta ideológicos, aparecen con la modificación de las relaciones laborales, se continúan con la absorción de los sindicatos al poder político y el debilitamiento de otras formas de organización social, y culminan con la “creación” de grandes masas desocupadas que, en virtud de pasar a ocupar el lugar de “pobres”, desplaza a los antiguos pobres hacia la exclusión. La nueva estructura social resultante en la pirámide ha sido una cúpula angosta pero enriquecida monetariamente, una base amplia excluida de todo tipo de “mente” y un centro que aun se debate entre lados derechos e izquierdos creyéndose pilares en lugar de hilos de una trama mayor.
De la misma manera y al compás de esa música, las sociedades fueron mutando sus vínculos tanto interpersonales como con las Instituciones, al punto que, paradójicamente, se vinculan hoy a través del desvinculo, se comunican con la incomunicación, se informan por medio de la desinformación, viajan sin moverse de sus casas y viven sin ser parte de la Vida. El hombre-especie ha quedado ligado a objetos inanimados y desligado de sus lazos con lo biológicamente vivo, completamente debilitado en su capacidad de vivir en comunidad y en común unidad con la Tierra y su hija Naturaleza.
Sin embargo en América habitaron pueblos que vivieron como hijos de la Tierra regándola con su sabiduría y su cultura, dejándola impregnada de Ellos, que hoy viven a través de Nosotros y también de cada planta, de cada animal, de cada roca, de cada gota de agua; están en el aire que respiramos, en la tierra, en el sol y las nubes. Se oyen gritos de lamento y de dolor en esta Tierra porque despojándonos de historia han pretendido arrancarnos de la Madre pero sólo han logrado separarnos un poco y así andamos por la vida, huérfanos de tierra, buscando refugio en cuevas donde el monstruo espera hambriento.
Nos han talado la historia y el alma, como a los árboles; nos han explotado, como a los “recursos naturales”; nos han contaminado como al agua, al aire y a la tierra con mentiras sobre la felicidad, la libertad y el amor; han excluido a la Naturaleza de nuestras vidas como si no fuéramos parte de ella y de la misma manera, excluyen personas como material descartable como si no fueran parte de la raza humana; han extinguido especies animales y generaciones humanas y aun no se enteran que están extinguiendo la Vida misma en su despiadado afán de acumulación de poder.
No se trata ya únicamente de sistemas políticos ni modelos económicos más justos, sino también y por sobre todas las cosas, de concebir una ideología guardiana de la Vida que se constituya en herramienta para regenerarla, para restaurarla. Integrarnos a Ella desde nosotros, desde lo singular a lo colectivo y viceversa, sería un buen comienzo. Y así como los átomos se agrupan formando moléculas, y éstas se ordenan en estructuras más complejas para dar forma y función a la célula, y esta última a su vez, conforma órganos y éstos, sistemas que nos dan forma; así también es que somos parte de múltiples sistemas sin tener conciencia de ello. Por esto, concebir una ideología semejante es inherente a despertar esa conciencia para sentirnos átomos, agruparnos y ser realmente parte de sistemas más complejos. Cuando las estructuras sociales piramidales, separatistas y diferenciadoras de clases comiencen a desaparecer y sobre todo, cuando las nuevas estructuras sociales tengan forma circular, muy cerca estaremos de aquella conciencia cooperativa con la Vida.
Es tan cierto que han hecho muchas cosas como tan cierto es que la raíz aun está viva, porque se escucha su llanto pero también se oye su música y su canto y se siente el vibrar de sus latidos. El espíritu de Abya-Yala, de aquella Tierra en Plena Madurez así llamada por sus hijos y que luego, fue bautizada “América”, resuena adentro nuestro mientras vamos incorporando su ritmo, creando y recreando nuestra historia, restaurando nuestros lazos de adentro hacia afuera para tejer la Vida y así, recuperar la única y verdadera Libertad.
 

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